Ningún país del mundo se enriqueció o se hizo más equitativo a través de sus finanzas. Todas las naciones que crecieron y se desarrollaron lo hicieron a través de su matriz productiva primaria y –sobre todo- secundaria. Para ponerlo sencillo habría que concluir que hay una economía real (la que genera empleo genuino, la que mueve el mercado interno a través de sostener su poder adquisitivo, la que logra ampliar su matriz productiva). Y otra economía ficticia que es la que se basa en la especulación financiera, en una inmensa rueda de papeles que terminan en algún momento por no tener respaldo sólido y real. No hay que ser economista para saber esto, con ver una media hora de El Lobo de Wall Street de Scorsese, alcanza y sobra.

En Argentina se pudo establecer hace unos años atrás que, como pasó en la mitad del siglo XX, sí es posible implementar un modelo de economía real que había que ampliar y no sustituir. La sustitución del modelo del gobierno anterior es una demostración palmaria de que lo estaba en juego aquí no era la institucionalidad ni el republicanismo, sino un cambio precisamente de modelo que redistribuya mucho menos y concentre las ganancias.

Tampoco hay que se graduado en Economía para notarlo. Pero una porción importante de la población no logró captarlo, nunca pensó que eso era lo que estaba en juego y obró en consecuencia.

La estructura productiva lo es todo. Si no hay que mirar Brasil que con una profunda crisis institucional, un presidente con no más del 3% de popularidad, un ex presidente popular pero preso y otra ex presidenta destituida sin motivos; ni se movió en esta corrida que supuestamente impactó en todas las economías emergentes a partir de la corrección de la tasa de interés que hizo el Tesoro norteamericano. Y eso es porque Brasil es una economía casi 10 veces más grande que la Argentina y con una estructura industrial enorme y fuerte aunque aún no alcance para combatir su pobreza estructural.

La discusión siempre es política y eso es lo que notará en los próximos meses el gobierno de Mauricio Macri que concurrió al Fondo Monetario Internacional a buscar plata, pero también respaldo político. Por eso en Washington dijeron que el rumbo del gobierno argentino “es el correcto”. De ahora en más cuando se profundice el ajuste no sólo será responsabilidad del gobierno de Cambiemos, sino que ahora puede excusarse en las exigencias del FMI que son bien reales y despiadadas. 

Pero lo que olvida el gobierno nacional es la salida política interna. El respaldo que necesita de los distintos sectores sociales y que no lo tendrá si no es capaz de un cambio de orientación en su plan de gobierno. La gestión que venía a “escuchar” a la gente montó una gran farsa de la que ahora no sabe cómo salir y en rigor, nunca escuchó a nadie porque tenía un plan trazado de antemano que parece intentará llevar a cabo hasta el doloroso final que a todos nos espera.