Si algo hay que reconocerle a este gobierno es su decisión. El aire triunfal que es capaz de encontrar aún en medio de la catástrofe que su misma gestión le ha infligido a la Argentina. Están convencidos y eso no es poco para un espacio político. Por eso el presidente señala ahora que quizás no son los mejores (como ellos mismos se autodenominaron) pero sí tienen buenas intenciones. Las encuestas no dicen lo mismo: El 60% de los argentinos cree que Mauricio Macri no se preocupa en serio por los pobres. Casi el 80% considera que la economía está en un estado calamitoso y cerca del 70% opina que este gobierno no podrá sacar al país del atolladero en el que lo ha metido. Sin embargo, el viernes pasado ya se difundieron algunos sondeos de opinión pública que marcaban una tenue recuperación de la imagen presidencial tras la cotización estable del dólar.

El debate estéril sobre si “no saben que hacer” versus “saben muy bien lo que quieren hacer y lo están logrando”; carece de utilidad política y práctica. La oposición debe afinar su agenda y volver a enamorar a la población, es lo que marca el manual de la política. Sólo la disconformidad con el gobierno anterior sostiene a Macri en el poder. Eso más el apoyo externo que crece a medida que se deterioran los regímenes neoliberales en América Latina.

Una parte de la población, y no sólo el núcleo duro de Cambiemos, no se resigna a bajarle la persiana a este gobierno porque aún no puede visualizar lo que viene. Lo único que se ve ya estuvo y hay una buena parte que no quiere que ese escenario vuelva. Otra importante porción sueña con el regreso. Pero no alcanza.

Todo es horroroso. La situación económica, el retroceso en todos los derechos, el desempleo, el desfinanciamiento de la salud y la educación, la represión a la protesta social y la persecución política. Pero hay una sola forma de parar todo y es ganando la próxima elección. En eso deben estar trabajando las fuerzas políticas que quieren transformarse en una alternativa.

Con el apoyo del FMI y los Estados Unidos, Macri pudo tranquilizar a los mercados. Pero los argentinos son los que siguen intranquilos, la economía real es la que ahora entrará en disputa en manos de un gobierno que ha llevado al límite de la tolerancia a este país.