Desde la aparición del brote de coronavirus a fines de diciembre de 2019 en la ciudad china de Wuhan y su expansión hacia todas las provincias chinas primero y hacia varios países después, el mundo parece haber ingresado en un nuevo ciclo de histeria colectiva. Quizás la preocupación se funde en la propagación de otros virus similares en otras oportunidades, como el de la gripe H1N1. Quizás lo haga en que se trata de un virus de difícil detección previa, para el cual no existe aún una vacuna. Quizás en que la mera presencia ante un infectado es prácticamente garantía de contagio.

Lo cierto es que el pasado jueves, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al brote de coronavirus originado en China como una emergencia de salud pública de importancia internacional. Es la sexta ocasión en que la OMS declara este tipo de emergencia. Las otras sucedieron ante el brote de gripe H1N1 (2009), los de ébola en África Occidental (2014) y en la República Democrática del Congo (2019), el de polio en 2014 y el de virus del Zika en 2016. A partir de la declaración, la OMS emite recomendaciones temporales que los 192 países miembro de la organización deben seguir para contener la propagación de la enfermedad. Pero la mayor preocupación radica en la posibilidad de que el virus se propague a países con sistemas de salud endebles y que no estén preparados para enfrentarlo.

Hasta el momento, más de 200 personas han muerto en China debido al virus. Más de 8 mil casos han sido confirmados en el país asiático, lo que representa el 99 por ciento de los diagnósticos. En tanto, la OMS registró hasta el pasado jueves 98 casos en otros 18 países.

Debe destacarse que además de la declaración de la emergencia de salud pública, son importantes las recomendaciones del Comité para prevenir la propagación del coronavirus y garantizar una respuesta mesurada y basada en evidencia. Este último punto cobra especial importancia ante la pregunta acerca del origen de este virus que preocupa a la opinión pública global.

El origen

Es en este punto en el cual las especulaciones de toda índole comienzan a proliferar y a alimentar ya sea prejuicios o bien, explicaciones fundadas en el relativismo cultural. El origen del virus estaría en el mercado mayorista de mariscos de Huanan de la ciudad de Wuhan, que fue clausurado el 1° de enero para aplicar medidas de desinfección una vez detectado el brote. Dicha acción ha dificultado que los expertos pudieran determinar cuál fue el animal que efectivamente produjo el inicio del contagio. En ese mercado se comercializaban hasta el año pasado diversos animales, tanto vivos como muertos para el consumo o para adquirir como mascotas. Entre ellos, pájaros, marmotas, murciélagos y serpientes. Un grupo de investigadores de la Universidad de Pekín señaló que fueron los reptiles los que transmitieron el coronavirus al ser humano, luego de comparar el genoma de cinco muestras de esta nueva cepa con 217 virus similares obtenidos de otras especies

Como aún no se confirmó el origen del brote, las autoridades chinas alertaron a la población de que tome los recaudos necesarios para frenar el contagio, como evitar las aglomeraciones de gente y el consumo de animales que fueron reservorio del virus.

Mientras crece el temor por la epidemia, en los últimos días comenzó a circular un video en TikTok -una de las redes sociales más populares en China y que crece en todo el mundo-, que apunta al supuesto origen del brote. En esas imágenes, se ve a una joven mientras come una sopa de murciélago con el animal entero en el plato. La grabación se volvió viral justo después de que saliera el estudio que responsabiliza del inicio del brote a estos animales y a las serpientes.

Un nuevo análisis genético de 10 secuencias del genoma del nuevo coronavirus (2019-nCoV) de nueve pacientes en la ciudad china de Wuhan, donde previsiblemente se originó el brote, demostraron que el virus está estrechamente relacionado con dos coronavirus derivados de murciélagos similares al síndrome respiratorio agudo grave (SARS por su sigla en inglés).

Es cierto que los murciélagos se utilizan en la medicina tradicional china para tratar distintas enfermedades, entre ellas la tos, la malaria y la gonorrea. También se cree que sus heces pueden curar enfermedades oculares.

Entre el prejuicio y el relativismo cultural

El prejuicio desatado contra los orientales en general y los chinos en particular no requiere demasiadas especificaciones. En distintos puntos del planeta, especialmente en Europa, se ha comenzado a evitar el contacto con cualquier persona con las características étnicas correspondientes a los orientales. En Francia, un hombre que se sintió discriminado, se vio obligado a recordar en un cartel: soy una persona, no un virus.

Del otro lado, se encuentran quienes justifican cualquier comportamiento humano bajo el amparo de la cultura. Desde un punto de vista estrictamente filosófico, el relativismo cultural es una doctrina que antepone la cultura frente a los demás aspectos de la realidad humana. De este modo, la cultura sería el único marco explicativo desde el cual se puede comprender al ser humano. El relativismo defiende la validez y la riqueza de todo sistema cultural y niega cualquier valoración absolutista moral o ética. Se opone al etnocentrismo y al universalismo cultural, que afirma la existencia de valores, juicios éticos y comportamientos con valor absoluto y de carácter universal.

El relativismo cultural no plantea una legitimación de manifestaciones culturales aparentemente en contraste o extremadas (caso de la confrontación de la relación entre todas las culturas), sino que predispone a explicar esas manifestaciones de acuerdo con la lógica propia del grupo en el cual esa manifestación tiene lugar.

Así, los críticos del relativismo cultural aducen -no sin razón- que se trata de una legitimación de determinadas prácticas concretas, como la discriminación de las mujeres, la ablación del clítoris, la pena de muerte como forma de castigo, la naturalización de la violación, los sacrificios humanos, la pederastia, la esclavitud y también la utilización e ingesta de determinados animales o vegetales como producto de la tradición.

¿Cuál es el límite para ambos extremos, ya sea del prejuicio como del relativismo cultural? El avasallamiento de los derechos fundamentales. Dicho de otra manera: la defensa de los derechos humanos supone un límite tajante tanto al prejuicio -cualquier oriental supone una potencial fuente de contagio del virus- como al relativismo cultural -puedo preparar un ungüento o caldo de lo que me venga en gana avalado por una tradición y una cultura sin importar los peligros que supongan para mi propia salud y mi vida o para las de los demás. En definitiva, tanto el prejuicio étnico como el relativismo cultural resultan incompatibles con el ejercicio de los derechos humanos universales.

Buscar una cura al virus y agudizar los mecanismos de prevención a la luz del respeto de los derechos humanos parece entonces el camino más digno y más humano para enfrentar esta crisis y no caer en extremos que podrían solamente acarrear más víctimas.