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La serie Apache: la vida de Carlos Tevez, con guión y dirección de Israel Adrián Caetano y que relata a lo largo de ocho episodios los pasos del actual delantero de Boca Juniors desde su infancia en Fuerte Apache hasta su ascenso en el club xeneize, se estrenará este viernes por la pantalla de Netflix.

La biopic, basada en hechos reales y construida sobre entrevistas con el futbolista, y material de archivo, intenta dar cuenta de cómo fue para Tevez crecer en Fuerte Apache, un hábitat atravesado por las carencias y situaciones de riesgo, y el camino hasta su debut en Boca.

“Toda leyenda tiene un comienzo” es lema que la serie hizo propia y que adelanta el espíritu de los ocho capítulos que integran la primera temporada del envío, filmado en el barrio que se comenzó a construir en 1968 y que se ubica detrás del Hospital Posadas.

El origen del relato se ubica diez meses después del nacimiento de Tevez: su madre biológica Fabiana (Sofía Gala Castiglione) y su tía y madre adoptiva Adriana (Vanesa González) corren por uno de los pasillos derruidos de los enormes blocks del barrio Ejército de los Andes porque Carlos se había quemado con agua hirviendo.

“Si la serie no se hubiese filmado ahí no sería lo que es porque se narra la épica de un muchacho que nació y es de Fuerte Apache, que se llama Apache, donde todos somos Apache. Eso es lo que uno siente cuando está cuatro meses y medio rodando”, expresó Ajaka, que se pone en la piel del tío y padre adoptivo Segundo, en diálogo con la prensa.

Protagonizada por el joven Balthazar Murillo (Un gallo para esculapio), y con la participación especial de Carlos Tevez y las actuaciones de Diego Pérez y Patricio Contreras, Apache: la vida de Carlos Tevez es -también- una crítica a la realidad marginada, que se mantiene inalterada 35 años más tarde.

“Está el prejuicio de ser del Fuerte (Apache). Hay escenas en las que no se dice pero se ve”, manifestó Murillo y en esa dirección, Ajaka agregó: “Se identifica con la violencia incluso más que con carencia o la pobreza, y es inevitable que eso no se narre”.

En esta historia que narra el pasaje del muchacho que juega a la pelota al jugador profesional de fútbol, están a la vista “las relaciones salvavidas que los que vivimos en los centros solemos naturalizar -profundizó González-, pero hay ahí una cosa más humana de estar atento a lo que le pasa al otro y de funcionar de reparo para el otro”.

El lugar es un punto central en la serie, y sobre eso explicó Ajaka: “Por más que esté en el partido de Tres de Febrero y en la localidad de Ciudadela, es de Fuerte Apache y es difícil de trasladar. En la serie se habla de un grupo de gente en el que el emergente es Carlos, pero no se deja afuera la épica del resto de los personajes, más cercana a la vida de uno, sin la historia del guerrero, la cancha llena y la estridencia”.

Mientras se relata la historia del delantero, hay otras historias que se tejen en simultáneo y sobre ello González relató que “se trata de familias que construyeron una estructura de amor y contención para que exista la posibilidad de trascender esa realidad y, sin duda, Adrián (Caetano) aportó corazón y entendimiento humano. Nos invitó a ser parte de otra realidad”.

En ese sentido, Ajaka disparó: “Todos pusimos nuestra impronta ante el peligro de dar una mirada ingenua al asunto, a que estuviera vaciándose de contenido y ubicándose en un lugar marmóreo. Importa poco si Tevez terminó o no su carrera porque se trata de una épica de vida, no del recorrido documentalista por los éxitos de su carrera, es un guerrero orgulloso de su estirpe. El entorno te baña de realidad y permite el desarrollo de la poética”.

Consultados sobre lo que Tevez representa para la sociedad, González sostuvo que es “un personaje muy esperanzador. Son palabras trilladas pero genera esperanza. Tiene fuerza”; a Murillo, por su parte, le genera “admiración por haber salido de un lugar como el Fuerte y haber llegado adónde está ahora. Me incentiva a luchar contra los prejuicios”.