La temporada de paritarias está a punto de comenzar. La campana de largada se dio en diciembre cuando varios sindicatos pidieron aumentos que fueron conseguidos temporalmente, “a cuenta” de los aumentos finales. Sin embargo, las negociaciones entre trabajadores y empleadores (tanto empresarios como el Estado provincial o nacional), todavía se están “recalculando”.

Es que, una vez más, hay incertidumbre respecto de los números: mientras que la inflación oficial de 2014 fue de 23,9%, circulan informes extraoficiales que suponen una inflación de casi 10 puntos más, aunque en ambos casos se reconoce que la inflación está bajando. Esta situación ha puesto a la defensiva a varios sindicatos: se ha preferido “patear para adelante” la negociación paritaria, logrando acuerdos temporales, con aumentos en cuotas fijas o bonos de fin de año. Este es el ejemplo de la Bancaria, de los municipales y de Aceiteros. Esta situación no es tan rara, al fin de cuentas: durante los años anteriores ya se utilizó esta estrategia, ya que ningún sindicato quiere ser el primero de en cerrar los acuerdos con sus patronales. Bancarios y aceiteros cerraron, por ejemplo, su paritaria en marzo del año pasado.

La situación inflacionaria hacia adelante es toda una incógnita, aunque se espera una caída con respecto a los últimos dos años. Si bien esto es positivo para sectores que no tienen la posibilidad de negociar aumentos (trabajadores por cuenta propia, trabajadores “en negro”), el aumento de la inflación facilitaba al estado y a las empresas negociar aumentos salariales sin entregar -casi nada- a cambio. Esto hizo que, a pesar de la inflación, los trabajadores hayan tenido una mejora en salarial si miramos algunos años hacia atrás: la disputa, en última instancia es variada y no todas las situaciones son comparables.

¿Qué puede pasar si tenemos un poco menos de inflación y además la economía se encuentra estancada (es decir, que no crece mucho)? En el caso del Estado, en años anteriores el aumento de precios y de la actividad económica, mejoró la recaudación pública por impuestos. Entonces, arcas estatales llenas permitieron pagar aumentos sin mucho esfuerzo. Menos inflación y menos actividad económica podrían complicar este panorama. En el ámbito privado opera algo similar: aumentos de precios permanentes permiten trasladar los costos y pagar los sueldos, salvo que intervenga el Estado regulando (por ejemplo a través del programa precios cuidados, que impide aumentar más de la cuenta y mantener el valor de los salarios).

Resumiendo: si hay una inflación que está bajando, le complica la situación a las patronales y beneficia a ciertos sectores de trabajadores precarizados (esto más allá de otras cuestiones como que ayuda en el comercio exterior, pero eso excede este artículo). El resultado para los trabajadores sindicalizados es, como siempre, incierto: hay sectores con mayores posibilidades de puja que otros y esto, en última instancia termina inclinando la balanza. La necesidad de tranquilidad en un año electoral puede jugar un papel importante.

Esta situación pone a los trabajadores sindicalizados en un lugar complejo. Porque el pedido de mejoras salariales o de, al menos, mantener el poder adquisitivo con respecto a los años anteriores, va a chocar contra entes estatales (municipio, provincia, nación) que tienen dificultades en aumentar su recaudación y con empresarios que, finalmente, tendrían que entregar parte de sus ganancias para afrontar estos pedidos. Y pone a los dirigentes sindicales un lugar en el cual sus bases, probablemente, quieran acuerdos que mejoren concretamente sus posibilidades de recuperación salarial.

Entrar en una pelea de porcentajes para ver quién le gana a la inflación, sin embargo, no es el camino que todos han elegido. La experiencia de la Federación de trabajadores Aceiteros en los últimos años, en la que se busca un piso salarial (un salario mínimo, vital y móvil) que permita a un trabajador gozar de acceso a comida, vivienda, esparcimiento, salud y transporte (y más derechos) es una alternativa muy válida que se ha planteado como un ejemplo a imitar.

¿Qué son las paritarias?

El ejercicio de las paritarias lleva unos diez años de recuperado después de no haber existido durante toda la década de los 90. Son encuentros de negociación entre representantes de los trabajadores (sindicatos) y representantes de las patronales. La principal discusión (pero no la única) de estos encuentros es, casi siempre, la posibilidad de aumentar los salarios al ritmo de la inflación, de manera de que no pierdan su poder adquisitivo. En esta negociación entonces se puja por una distribución del ingreso: o bien se pagan mejores salarios o bien hay mayores ganancias para los empresarios. Ambas cosas a la vez son muy difíciles de compatibilizar.