El trigésimo Encuentro Nacional de Mujeres fue histórico: más de 60.000 mujeres de todo el país llegaron a Mar del Plata para participar de las diversas actividades propuestas, marcando un récord de asistencia. La ciudad feliz, acostumbrada a plagarse de turistas en enero, esta vez se vio abarrotada de mujeres, en pleno octubre. Mujeres en las calles, las plazas, las escuelas, los bares, las playas, los paseos, el transporte público y todos los espacios de alojamiento. Las que concurren hace años con asistencia perfecta y las que se acercaron por primera vez, movilizadas por aquella efusividad del 3 de junio y el #NiUnaMenos, pero sobre todo movilizadas por todas las mujeres menos que hubo después de eso. La consigna oficial del evento se hizo carne, se hizo mujer: “El Encuentro somos todas”

No hubo calle de Mar del Plata donde no haya habido mujeres peregrinando hacia alguna parte. Peregrinando quizás hacia alguna de las casi veinte escuelas, donde se desarrollaba alguno de los 65 talleres que srivieron de eje del evento, donde cada una se encontraría con otras y se animaría o no a hablar sobre el tema que convocaba el taller, donde lo personal se haría necesariamente político. Y en esa dinámica que se multiplicó por todos los rincones de la ciudad está la importancia fundamental del Encuentro. ¿Para qué nos encontramos? Para contar, para contarnos, para poner en común la experiencia, para debatir, para denunciar, para enojarnos, para emocionarnos, pero sobre todo, para que de todo eso emerja una propuesta, una idea, una acción de lucha, un reclamo político organizado que aporte a transformar una realidad que se presenta opresiva en varios niveles.

De los Encuentros Nacionales de Mujeres salen, en parte, las agendas de lucha del movimiento de feminista y de mujeres a nivel nacional. La participación masiva y federal intenta garantizar que esas líneas de acción política contemplen una diversidad de voces y que respondan a las necesidades y urgencias de todas. Diferentes partidos, agrupaciones, y organizaciones civiles se apropiarán de esas experiencias para incorporarlas a sus luchas, a sus estrategias y a sus campañas. Cada mujer, desde su individualidad, se apropiará de las experiencias para trasformar su realidad desde lo cotidiano. 

Aunque la represión policial en la Catedral de Mar del Plata al final de la marcha de cierre -de la columna que anualmente decide separarse del recorrido propuesto de forma oficial para escrachar a una institución que se considera particularmente responsable de la perpetuación de la violencia de género- haya tomado particular protagonismo por lo escandaloso (y lo repudiable) de la ocasión, hay otras réplicas del Encuentro que se presentan como más importantes. Una es, sin dudas, el éxito de la convocatoria: cada vez suma más mujeres interesadas y comprometidas en hacer suya una causa que siempre lo fue. “No queremos que nos maten más”, se escuchó sin parar, luego de que trascendiera la noticia de dos nuevos femicidios en Mar del Plata durante el desarrollo del Encuentro. La visibilidad de este crecimiento es fundamental en un año electoral: somos cada vez más las (y los) interesadas en que poner freno a los femicidios sea prioridad en la política nacional.

La otra repercusión fundamental es la elección de la próxima sede: después de trece años, el Encuentro volverá a Rosario. Y no hay que asustarse. Ser sede del ENM implica una responsabilidad política, claro, que asumirá el Comité Organizador (que se constituye ad hoc y que es abierto para todas las mujeres que quieran participar). Pero también implica un privilegio: ser sede del ENM convierte a Rosario en sujeto protagónico de una lucha que nos afecta particularmente, ya que Santa Fe es la segunda provincia con más casos de violencia de género registrados. Ser sede el ENM es una posibilidad: la de obligar a las autoridades de todos los estratos (ejecutivos, legislativos y judiciales) a atender la emergencia de femicidios a nivel local y provincial. Ser sede el ENM será también un desafío: no sólo a nivel organización, sino que interpelará cada rosarino y rosarina en su compromiso con una consigna. Antes de eso, el 25 de noviembre, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, habrá marchas a nivel nacional que se espera tengan la misma convocatoria que el #NiUnaMenos.