Parece que los amigos de lo ajeno no descansan y no tienen límites a la hora de elegir a sus víctimas en Turquía. Así que esta vez, quien sufrió los vejámenes del delito es una estatua, y no cualquier estatua, sino la de un príncipe.

La escultura del príncipe otomano que se sacaba una selfie, ya no se la saca más. Es que amaneció sin celular ni espada, como para acabar también con su derroche de hidalguía.

La estatua, que está erigida hace unos pocos días en Asmaya, al borde del mar Negro, recibió críticas enérgicas y violentas. Y no se descarta que el robo sea producto de sus detractores. Lo cierto es que ahora el príncipe tiene una custodia personal, dispuesta por la alcaldía de Asmaya.

Además, en una declaración la Municipalidad dijo que pidió a la fiscalía investigar el vandalismo y acusar a quienes apoyaron el ataque en las redes sociales en virtud de las leyes que penalizan ``el elogio de un acto delictivo''.

La escultura forma parte de una serie de cuatro estatuas relacionadas con la ciudad que fueron levantadas recientemente junto a puentes y avenidas, con el fin de ilustrar la cultura local a turistas. Ahora bien, no queda muy claro el por qué del celular y esto es lo que disgustó a varios defensores de las tradiciones.

El príncipe en cuestión refleja parte de la historia de Asmaya. En épocas otomanas, Asmaya era una ciudad próspera a la que los príncipes eran enviados para su formación destinada a gobernar el imperio. Algunos llegaron a ser sultanes, como Mehmed el Conquistador, que conquistó Constantinopla -hoy Estambul- en 1453.