"China respeta y mantiene la libertad de navegación y vuelo en el mar de China Meridional, pero se opone a los intentos de cualquier país de amenazar y socavar la soberanía y seguridad nacional en nombre de esa libertad", dijo un portavoz de la Cancillería, Geng Shuang. El portaaviones estadounidense, acompañado por su grupo de escolta, navega desde el pasado 18 de febrero por esas disputadas aguas, sobre las que China reclama la soberanía casi en su totalidad y por las que mantiene litigios con varios países vecinos, que tienen reivindicaciones similares.

Según precisa la agencia de noticias EFE, Geng aseguró que, gracias a los esfuerzos conjuntos de todas las partes, se alcanzó una "situación más estable" en el mar de China Meridional en los últimos meses, por lo que reclamó a Estados Unidos que no altere esa coyuntura. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca elevó notoriamente la tensión entre Beijing y Washington, y en enero pasado, el entonces nominado a la Secretaría de Estado, Rex Tillerson, dijo que Washington enviará a China "una clara señal" de que, primero, debe cesar la construcción de las islas artificiales y amenazó con no permitirle el acceso a las mismas.

La respuesta china no se hizo esperar y pocas horas después el diario Global Times, ligado al Partido Comunista de China, publicó un crítico editorial en el que advertía que “si la diplomacia del equipo de Trump proseguía con sus desafíos, ambas partes deberían pensar en prepararse para un enfrentamiento militar".

El pasado 12 julio, otro elemento de tensión regional se produjo cuando la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya desestimó (a petición de Filipinas) las pretensiones territoriales de Beijing dentro de la llamada "línea de los nueve puntos". El tribunal decidió que no hay evidencias históricas de que China haya ejercido un control exclusivo sobre las aguas de este mar, que reclama casi en su totalidad. También le acusó de haber violado la soberanía filipina y causado graves daños a los arrecifes de coral con la construcción de islas artificiales.

La sentencia fue celebrada por Filipinas, que había apelado de forma unilateral a la Corte de La Haya a principios de 2013, pero provocó un enérgico rechazo de China que negó la jurisdicción del tribunal y la tachó de nula.