Silencio. Esta mañana, avenida Pellegrini tenía una fisonomía distinta a la habitual. Por lo general, cerca de las ocho de la mañana, suele haber un mar de personas caminando hacia sus trabajos o estudios, automovilistas que tocan bocina impacientes y chicos que corren para no llegar tarde a las escuelas. Este jueves, sin embargo, nadie corría ni gritaba. Al menos en el tramo de la avenida comprendido entre Mitre y Presidente Roca, todo era silencio.

El accidente registrado a la altura de Paraguay, esta madrugada, en el que perdieron la vida cuatro personas que iban a bordo de un auto que terminó bajo un camión, afectó el ánimo de todos. La triste noticia sorprendió a muchos que prendieron bien temprano la tele o navegaron por Internet para averiguar cuán fría estaba la mañana. E incluso hizo que salieran a la calle con algún abrigo extra: todo se sentía más frío tras conocer la novedad. 

Temprano a la mañana, el tránsito estaba complicado: tener cortadas parcialmente Pellegrini y Paraguay implicó, por momentos, un embotellamiento en la avenida y además un tumulto de autos por las calles cercanas como Montevideo. Sin embargo, casi no se escuchaban bocinas. La mayoría aceptaba la demora en silencio, quizá como intento de acompañar el luto comunitario.

Un vallado policial reforzado con un precinto de seguridad impedía que la gente se acercara al lugar del accidente. Sin embargo, no había curiosos desesperados por acercarse a ver lo ocurrido. La mayoría se detenía apenas un rato detrás de la cinta que marcaba el límite en su caminata, meditaba en silencio o compartía alguna sensación, en voz apenas imperceptible, con quien tenía al lado. Luego continuaban su marcha.

La persona encargada de las bicicletas comunitarias municipales estacionadas en el “centro de préstamo” cerca del lugar del accidente pudo ver lo ocurrido. Según su versión, el camión estaba estacionado y el auto, que vino rápido, se incrustó debajo. Eso contaba a quien le preguntara. El ruido que produjo el choque fue tal que despertó a muchos y sacudió a otros que desayunaban. Una vecina confesó que llegó al lugar del accidente en bata, del apuro que sintió al presentir que el ruido no traía buenas noticias. Por su parte, el diariero de la esquina estaba repartiendo diarios y la desagradable noticia lo tomó por sorpresa al volver y encontrar ya el vehículo bajo el camión.

Era temprano cuando ocurrió, casi no había negocios abiertos a esa hora. Los trabajadores que fueron llegando a sus puestos en el transcurso de la mañana lo hacían, en gran parte, ya enterados de algunos detalles, que compartían en la puerta de sus negocios con sus vecinos. El intercambio de información no permitía, sin embargo, que muchos se explicaran el por qué del terrible accidente.