No es muy sabido que existe la arqueta que contendría los restos, todavía nunca analizados, de los reyes magos y sus reliquias. Y lo interesante es que se puede visitar la catedral colona de Alemania para verlos, aunque no es posible ver el interior de la arqueta.

Ya en su momento Marco Polo dejó constancia en su Libro de las Maravillas de otra ubicación. Según sus escritos, la ciudad de Sava, enclavada en las áridas tierras de la antigua Persia, fue desde donde partieron para Jerusalén, el lugar donde supuestamente estaban enterrados Melchor, Gaspar y Baltasar, “en tres sepulturas grandes y hermosas; encima de cada sepultura hay una casa cuadrada, redonda en la cima, bien trabajada; y están unas al lado de otras”.

Sin embargo en Sava, hoy Saveh, en Irán, ya no quedan los rastros de esas tumbas, un relicario de oro, plata y madera con ornamentos y formas geométricas. 

 

¿Cómo llegaron las tumbas de los reyes a Alemania?

La primera persona que encontró esos cuerpos fue Santa Helena, madre de Constantino, en el siglo IV, una auténtica Indiana Jones a la hora de localizar toda clase de reliquias cristianas. Se los llevó a Constantinopla y allí fueron guardados en un sarcófago de granito.

En el reinado del emperador Manuel, un religioso griego llamado Eustorgio fue elegido obispo de Milán, y el emperador le regaló los tres cuerpos para que se los llevara a esta ciudad italiana a principios del siglo XII.

Según la tradición, poco duró la estancia y la tranquilidad de los cuerpos de los Reyes Magos en Milán (que por entonces estaban incorruptos) ya que el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico Barbarroja, saqueó la ciudad en 1162, trasladando los restos a Colonia y desde entonces ahí siguen.