Miguel Lifschitz disfruta su primera semana como gobernador electo de manera oficial. La diferencia con su contrincante del PRO terminó siendo más exigua aún pero eso ya no importa: En tres meses ya nadie recordará que por menos de 1.500 votos el Frente Progresista se quedó con la gobernación de Santa Fe.

Lifschitz lo dice para quien quiera escucharlo y tiene razón. El Frente Progresista tiene la estructura suficiente como hacerse cargo del gobierno.

Hace bien en cuidar los nombres de los que serán sus colaboradores cercanos. De lo contrario comenzaría un desgaste para muchos de ellos y sería contraproducente para los actuales ministros.

Con todo, el nombre del diputado radical Maximiliano Pullaro suena fuerte para el ministerio de Seguridad. Hay varios indicios: Lifschitz confirmó que no requerirá de los servicios de Raúl Lamberto que a su vez manifestó el cansancio por el cargo. Además, Pullaro se especializó en el tema, es joven, radical y no es ni rosarino ni santafesino. Es decir, reúne parte de los requisitos que el gobernador electo difundió en relación a la amplitud frentista, la renovación política y el equilibrio territorial para conformar su gabinete.

El futuro mandatario se encargó de hablar públicamente de los pilares de su gestión e incluyó la reforma constitucional. Claro que no dio precisiones sobre si él se autoexcluiría para una hipotética reelección para el gobernador de esta provincia. Pero dejó afirmado que quiere convertirse en el gobernador que logre esa reforma tras años de fracasos en ese sentido.

El ex intendente de Rosario también aseguró que para él será una ventaja tenerlo a Antonio Bonfatti como futuro presidente de la Cámara de Diputados de la provincia. Se sabe que la relación entre ambos no es buena. No son amigos y la campaña para las PASO no comenzó de la mejor manera entre ellos. Sólo el peligro inminente de perder la provincia y Rosario selló las grietas entre socialistas y aliados frentistas. Pero las diferencias volverán a hacerse evidentes con el correr del tiempo.

Por ahora, lo que se espera es una larga transición en paz. Lifschitz también debe revertir una imagen que lo posiciona como demasiado personalista en el manejo de la gestión y con buena relación con sectores poco afines ideológicamente hablando. Un pragmático que genera algunas sospechas hacia el interior de su propio partido que seguirá teniendo a Hermes Binner y a Bonfatti como jefes. Pero estas cuestiones vendrán más adelante, por ahora lo que viene es un camino de rosas.