Vacacionar puede ser el modo de cortar con un año y renovarse para un nuevo inicio. Salir de la rutina cotidiana para encararla nuevamente con más ganas y renovados. Pero… ¿es eso posible para quienes permanecen en la ciudad? ¿Qué opciones hay para aquellos que se quedan en Rosario? Además del río, ¿qué otros espacios de esparcimiento convocan a los rosarinos?

Lucila tiene 7 años y Daniel 11. Se despiertan temprano a la mañana y toman la leche a las apuradas para llegar a tiempo al club Temperley, donde estarán hasta las 13 con muchos compañeros. Pasarán toda la mañana haciendo distintas actividades, primero jugarán en los salones, cada cual con su respectivo grupo, luego en el espacio verde y finalmente la tan ansiada pileta bajo el tinglado gigante de Ayacucho y Riobamba.

Sus padres se sienten tranquilos, saben que el coordinador de las actividades acuáticas, Julián Formento, ama lo que hace y lo hace de manera responsable. Hace diez años que coordina la colonia de vacaciones que reúne 110 chicos en enero, su mes pico. Para ello cuentan con, además de Julián, 6 adultos a cargo, cuatro profesores y dos auxiliares.

Además, lleva adelante toda una serie de actividades de la que se ocupan docentes especializados: natación terapéutica, de ambientación, formativa y de entrenamiento, destinada a guardavidas y deportistas. Además también hay acuagym, todo en el marco de lo que se llama Cultura Acuática.

Así transcurre la vida en el verano del club Temperley, espacio común e histórico en La República de la Sexta. Y de tan temprano que van a la colonia, y de tanto zambullirse y nadar, el estómago llama en los más chicos. En el bufete el trabajo duro empieza a las 11, cuando se acumulan los pedidos y las risas, ahí, donde a cada niño se lo conoce por su nombre, y el de sus padres, casi siempre.

Días de verano que se estiran hasta pasada la medianoche, entre vecinos, en el club de toda la vida, los recién llegados y los socios históricos, negro y blanco para siempre. A la vuelta de casa.