El imaginario colectivo asocia una estación de tren subterráneo con un hueco sombrío, receptor de toda la fealdad urbana, suciedad, ratas, cucarachas y delitos. En parte, por la huella que el cine deja en la gente, y también por el panorama de las estaciones porteñas. Sin embargo, hay vida más allá y en algunas ciudades esperar el subte –o el metro, como le dicen- es una experiencia placentera. Adentrarse en el suelo de una metrópoli y encontrarse con un entorno de arte es posible, existe y es en esta vida.

La fotogalería muestra uno de estos ejemplos, como para que las autoridades aquí tomen nota e imiten.