La quinta edición de la Semana Gastronómica de la ciudad llevó a Rosarioplus.com a meter la nariz en una de las actividades que el ciclo ofrece este año para informar sobre una bebida milenaria y universal, y de la cual los argentinos hacemos uso y abuso: el té.

El elegante salón del Museo Municipal de Arte Decorativo “Firma y Odilo Estevez”, en Santa Fe 748, dio el marco esperado para “La Ceremonia del Té”, tal la propuesta de los organizadores. En mesitas de a cuatro personas se fueron ubicando los comensales que se acercaron a la actividad, que era de entrada libre y gratuita.

Unas 50 personas, en su mayoría mujeres de las más variadas edades, niños en compañía de sus padres, adultos y jóvenes, se sintieron convocados por la idea de catar exóticas infusiones. Había quienes asistían con pleno conocimiento de causa y reconocidas bebedoras de té, jóvenes recién asomados a este rito, y hasta una señora que por prescripción médica era la única infusión que podía tomar así que decidió acercarse a ver qué beneficios le propiciaba su nueva y única opción.

La cata -cabe aclarar no fue tal cosa sino una introducción al ceremonial del té-, empezó con una exposición a cargo de Liliana Venerucci, co directora de la Escuela Argentina del Té, acerca de la historia de esta milenaria bebida y de cómo a lo largo de los años fue avanzando por distintos territorios y adquiriendo en cada nueva parada características propias del lugar.

Así que de China viajó a Inglaterra, pero en el Reino Unido adoptaron rápidamente el té negro como característico de su ‘five o’clock tea’, y no por una cuestión de gustos sino debido a que los barcos que venían desde China tardaban mucho en llegar, y otras variedades como el té verde o el blanco mayoritariamente consumidos en Asia, no soportaban el largo viaje como sí lo hacía el té negro.

En Francia se le agrega leche y en  Argentina un millar de yuyos y miel y cítricos de acuerdo al estado del momento. Leche también, claro, aunque en los hospitales más que nada. Sin embargo estos agregados, o incluso el más puro té de tilo, de boldo o de manzanilla, tan difundidos en el país, nada tiene que ver con el té. Cuando se habla de Té, se hace referencia a la infusión surgida de la planta Camellia Sinesis  y sus variedades: blanco, negro o verde. El resto son tisanas de la correspondiente yerba.

De estas cosas se habló a lo largo de la exposición y no faltó el concurrente que quiso hacer una pulseada entre el mate y el té, qué es mejor, qué es más rico, cuál es más social. Pero lejos de una confrontación se siguió ahondando acerca de la ceremonia del té, de la importancia de los detalles en este ritual, y de la simpleza y delicadeza de esos detalles.

“Un pequeño centro de mesa que adorne la ocasión, una vela prendida, alguna cosita dulce para acompañar”, dijo Liliana y todos miraron la mesa y vieron la delicada disposición de cada una de las cosas y se tomó conciencia de que todo había sido armado atendiendo a ese  clima. Esto dio el pie justo para que dos chicas empiecen a llenar las tazas que ya estaban dispuestas en la mesa junto a unas masas.  

La bebida fue deliciosa y a esa altura del evento más que ansiada. Esos detalles sencillos pero más que importantes a la hora de servir el té, según habían estado explicando, hicieron del momento un cálido instante. Porque esta bebida ancestral trae con ella la grandeza de lo simple.

Como dijo Liliana en una de las tantas definiciones que dejó esa tarde: “El té carece de la arrogancia del vino, del individualismo del café y de la sonriente inocencia del cacao”