La jueza penal en lo correccional Marcela Canavesio condenó a un hombre a la pena de ocho años de prisión efectiva por amenazas simples, lesiones leves calificadas, y amenazas en concurso real reiterado con antecedentes similares contra su ex esposa y la hija de ambos, de 11 años. El fallo no está firme aún. El condenado apeló el fallo. Pero en Tribunales se consideró la sentencia como “un caso ejemplar en el rol que debe cumplir la Justicia frente a la violencia de género”, dijo un penalista. 

La etapa judicial de una relación a todas luces violenta, según trascendió del sumario al que Rosarioplus.com tuvo acceso, se desencadenó el 26 de marzo de 2013 a la mañana temprano en la esquina de Salta y España. Fue cuando la mujer –aquí identificada como Paola- descendió del colectivo y se dirigía a trabajar cuando su ex marido apareció por detrás –la había estado esperando- para gritarle que la iba a matar porque era una prostituta. Para entonces, el acusado había acumulado otras tres denuncias por parte de su ex, acosada por su asedio violento que más de una vez llegó a depararle lesiones.

El hombre, identificado en esta nota como David G., había intentado antes retirar del colegio a la hija que tienen ambos en común, sin el consentimiento de su ex pareja. Para entonces, la relación había sumado episodios violentos a lo largo de los doce años que convivieron, y luego también. Dos semanas antes de aquello, la policía había intervenido ante el llamado de un vecino de la mujer. Los agentes detuvieron a David G, quien estaba sometiendo a trompadas a SPV, a quien había sorprendido en la vivienda luego de forzar una puerta y de empujar a su propia hija contra la pared, para que no se interpusiera en su cometido de golpear a la madre.

Ambos habían sido pareja por doce años. Vivían en una humilde casa en la zona del cementerio La Piedad. Pero ella decidió separarse, cansada de las agresiones físicas, verbales y permanentes. Ya en 2009 Paola había tramitado la exclusión de hogar de su compañero por la actitud agresiva. Su trabajo es vender elementos de limpieza, toallas o papas en un camión por los pueblos y ciudades de la provincia.

En la causa declararon varios testigos, que se sumaron a crudos relatos de la víctima. “Voy a hacer lo que te dije: te voy a matar”, solía decirle. Incluso alguna vez le dijo a su hija: “Para vos también hay balas”.

David la perseguía a su ex hasta el trabajo, como aquel 26 de marzo de 2013, cuando la siguió desde Salta y España hasta calle Brown. Ella pidió ayuda a un barrendero cuando descubrió la situación, se sintió en peligro, él apuró el paso gritándole “Ahora te voy a matar”. Por último, Paola entró en el bar de Salta y España para protegerse ante la presencia de testigos. Pero David entró y la tomó suave del brazo. “Vamos, mi amor”, le dijo y volvió hacia los parroquianos: “Disculpen, tuvimos una discusión y es siempre lo mismo: no me deja ver a la nena”, dijo, y la mujer gritaba que era mentira y pedía ayuda.

En las 38 páginas que argumentan el fallo de segunda instancia, se narran numerosos episodios de violencia en perjuicio de la mujer, pero también de la hija de ambos: de cómo David G. solía escupirle la comida en la cara cuando no le gustaba, todas las veces que irrumpió en las casas de familia donde ella trabajaba como empleada doméstica, de cómo la violaba en su propia cama, y le revisaba el cuerpo para indagar si había tenido relaciones sexuales, y hasta las rejas que Paola hizo poner en su casa por temor a que su ex marido volviera a entrar derribando la puerta a patadas.

El hombre no cesó en sus amenazas ni cuando estuvo detenido, en una de las denuncias por violencia de género por las que ya había sido procesado. Un día llamó y atendió la nena: “Cuando salga papá de acá te va a ir a ver, sabés, está jodido papá, no puede salir, pero ya va a salir... ¿Sabés lo que quiere papá? Que me digás que me querés”, le dijo el violento.

La niña respondió que sí, y él continuó: “Decile a tu mamá que lo que me hizo tarde o temprano lo va a pagar, lo que me hizo no me lo merecía yo, sabés”.

“Pero vos le pegaste”, se animó la hija. Y su padre replicó: “La voy a matar cuando la agarre, sabés, chau hija”, y cortó. Esta transcripción es una muestra de las escenas que describe el expediente.