Cuatro delincuentes irrumpieron el miércoles por la noche en el restaurante Capri, en San Luis y Rodríguez, con una determinación y crueldad inusual. Tenían divididos los roles y no vacilaron en amenazar con sus armas a los más indefensos: un bebé y dos chicos con síndrome de Down.

Sucedió cuando una de las comensales salió a fumar a la puerta. Uno de los delincuentes la tomó del cuello, le puso un arma en la cabeza y así entraron ambos al restaurante. Detrás ingresaron tres cómplices, dos de ellos se dispusieron a robar en cada mesa billeteras, alhajas y celulares. Uno quedó parado en la puerta en guardia, y otro más en la caja, para saquearla y, de paso, evitar un aviso a la policía. Sin embargo, alguien en el local activó un botón de pánico.

Mientras recogían las pertenencias de sus víctimas, uno de los pistoleros se apoderó de un bebé que estaba en un cochecito, lo alzó y le puso su arma en la cabeza, para desesperación de los presentes. 

El teléfono del restaurant empezó a sonar y eso sumó tensión a la escena. “¿Qué apretaste? ¿Por qué suena el teléfono?”, bramó uno de ellos. Y apuraron la intimación a desprenderse de las pertenencias mientras otros apuntaban a dos jóvenes comensales con síndrome de Down.

En el restaurant había 22 clientes, y los delincuentes se hicieron del robo de celulares, bijouterie, tarjetas, efectivo, y la recaudación de la noche.

El atraco sucedió en menos de diez minutos, y a los veinte llegó la policía, según refirieron fuentes policiales.