Las nominaciones de este año son películas muy diferentes entre si, hay comedias, dramas y biográficas. Pero un detalle en común las une: en ninguna hay escenas de sexo. No hay desnudos, ni un plano con abrazos que terminan en una ventana en la que se ve a la noche se fundirse con el alba. No hay carne. Ni con poesía, ni a los bifes.

Lo más extraño es que el sexo es un tema importante en muchas de estas películas. En el Gran Hotel Budapest, el protagonista tiene una fascinación por mujeres mayores, pero todo queda en el imaginario del espectador. En La teoría del todo, su director James Marsh, comentó en una entrevista que tuvo la inquietud de mostrar cómo se relacionaba en la intimidad un enfermo de esclerosis con su mujer. Pero finalmente decidió consultarlo con la familia del científico y privilegió respetar el deseo de ellos y obviar ese aspecto. 

En Código enigma, la homosexualidad de Alan Turing es un eje argumental importantísimo que atraviesa todo el relato. Pero en ningún momento se lo muestra en forma explícita. Según el director, Hatthew Goode, esto fue una decisión tomada en forma muy consciente, para reforzar la idea de cuán reservado era el genio matemático. 

En Birdman hay un embarazo, infidelidades, un intento de violación y un beso lésbico apenas justificado. Pero jamás se ve un pezón, ni nada próximo a una escena de sexo real. En toda la película se propone la dicotomía entre una realidad tosca y cruel, y un delirio sofisticado y delicado. Pero el sexo no tuvo cabida en esa lucha. En Boyhood y en Selma y en Francotirador, lo mismo: apenas insinuaciones.  

Sin dudas el sexo ya no forma parte del relato cinematográfico. La exigencia de los estudios para que las películas sean lo más permeable a todas las edades, obliga a directores y productores a quitar de sus filmes imágenes que tengan sangre y sexo. Los disparos sólo tumban a las víctimas, sin que se desangren, y el sexo sólo se insinúa, pero ya no se muestra.

Al revés de lo que pasaba pocas décadas atrás, ahora la televisión es el espacio de libertad que encuentran los artistas para mostrar lo que ya no pueden en el cine.