El padre Daniel Siñeriz es uno de los tantos testigos directos de la violencia fuera de control que azota desde hace un tiempo a los barrios de la periferia de Rosario. Sus ojos ven lo que miles de rosarinos no ven: los destructivos e irreversibles efectos de la droga en una generación de pibes con pocas oportunidades de una vida digna. Sin embargo, el párroco de Nuevo Alberdi, se niega rotundamente a describir la perturbadora realidad con la que los sectores pobres conviven en la periferia de la ciudad.

No lo hace por capricho. Tampoco por negación. Es su modo de militar contra la “estigmatización” que sufre “la pibada” de los barrios. En diálogo con Rosarioplus.com, admite que le cuesta aceptar que el tema de la droga sea abordado únicamente desde su “última pata”.  “El corazón del narcotráfico está dentro de los bulevares. Me refiero a oficinas del centro, que todo el mundo sabe dónde están ubicadas, que es donde se lava el dinero, donde la rueda del negocio funciona”, señala.  

Menciona la eterna demora de la construcción de una escuela primaria para los 700 chicos que habitan Nuevo Alberdi como un ejemplo de que, en su opinión, la violencia “está en otra parte”. “Los pibes tienen que que cruzar el acceso a la ruta 34 todos los días para ir y volver de la escuela. Que alguien me diga que eso no es violencia”, plantea.

-Siempre ha sido muy reacio a explayarse sobre lo que pasa en los barrios ¿Por qué?

-Porque me cuesta aceptar que el tema de la droga se trate observando siempre la última pata del asunto. La violencia es una cuestión del sistema en el que vivimos. Profundiza las desigualdades. La condición más violenta es la falta de condiciones dignas para vivir. Me molesta que se intente circunscribir la violencia en la figura de los pibes de los barrios. Además de no solucionar los problemas de vida de los sectores más pobres, el Estado les pone plata en los bolsillos creyendo que esa es la solución. Estamos dando una aspirina a un paciente con cáncer.

-¿Dónde hay que poner la lupa?

-El corazón del narcotráfico está dentro de los bulevares. Me refiero a oficinas del centro, que todo el mundo sabe dónde están ubicadas, que es donde se lava el dinero, donde la rueda del negocio funciona. Los negocios inmobiliarios están también vinculados a la droga. Lo llamativo es que la mayoría de la sociedad mira para otro lado.

-Pocos se escandalizan con esto que usted plantea

-Ahí está el problema. Un ejemplo: la orilla del río está absolutamente robada en Rosario con la complicidad de todos los gobiernos municipales de los últimos años y de todos los integrantes del Concejo Municipal. Lo peor de esta situación es que los pobres tienen su lugar gratis en este río privado, que es la orilla donde se ahoga la gente. Por cosas como éstas es que me niego rotundamente a describir la situación violenta en los barrios porque la violencia no está en los barrios por más que la gente se mate, que haya tiros y que los pibes se hagan bolsa por la droga. Hay que tratar de ver dónde está la causa de esta gran tragedia.

-Hay una violencia de arriba naturalizada ¿Ese es su punto?

-Yo digo que hay que atreverse a describir y a señalar cuáles son las profundas causas de estas desigualdades. La violencia fina y elegante no molesta. El escándalo de la FIFA es un claro ejemplo. Millones de dólares oscuros y millones de personas encantadas con el fútbol y su puesta en escena. Eso nos resulta hasta agradable.

-Lo cierto es que las víctimas de este flagelo son los pibes de los barrios. ¿Cómo convive con esta dura realidad?

-Los que ponen el cuerpo y los que mueren son los pibes de los barrios, eso está más que claro. Hay una maniobra de distracción que es funcional al negocio y es justamente centrar la problemática en los pobres. El verdadero terror ocurre en una rueda que gira lejos de los barrios. A la gente le asusta el revólver y el chico con gorrita. Asusta y es real, pero es apenas una puntita del problema.

-¿Cuál es el margen que tiene la Iglesia en los barrios para revertir este panorama?

-Trabajamos en la catequesis con los pibes de todas las edades, desde chicos que vienen en brazos de las mamás hasta pibes de 15 años. Ahí intentamos contener desde el afecto, desde la paz y el cariño. Se está sumando mucha gente de la comunidad. Internamente en el barrio intentamos alivianar el clima violento en el que se desenvuelven los chicos. No es fácil. Pero buscamos dar herramientas para un cambio. Tenemos fe y convicción en esta lucha.

-Ahora bien, sin la firmeza del Estado, la lucha es desigual y solitaria.  ¿Alcanza el esfuerzo de las escuelas, los clubes o las iglesias?

-No alcanza, está a la vista. Si el Estado no cumple su rol, que es el de garantizar las condiciones de vida y se dedica a fomentar los negociados con los grandes empresarios, no hay trinchera que alcance. Por ejemplo acá en Nuevo Alberdi hace más de 20 años que estamos esperando una escuela primaria para el barrio. Es una barbaridad demencial. Hay 700 pibes que tienen que cruzar el acceso a la ruta 34 todos los días para ir y volver de la escuela. Que alguien me diga que eso no es violencia. Tenemos un terreno que es de la capilla, lo hemos ofrecido, no para que se haga una escuela religiosa, para construir una escuela pública. Seguimos esperando una respuesta.

-Lo paradójico es que casi todas las conquistas en Nuevo Alberdi llegaron de la mano de un grupo militante que, hasta ahora, no tenía injerencia directa en la política local

-Totalmente. Los chicos de Ciudad Futura, con militancia y sin ningún cargo en el Estado, han hecho muchísimo por el barrio. Han luchado y conseguido la escuela secundaria, pero la escuela primaria sigue brillando por su ausencia. La ministra de Educación lo sabe y mira para otro lado. Un edificio de 200 departamentos se hace en poquísimo tiempo. Esto no. Otro hecho violento.

-El padre Joaquín Núñez admitió que teme por su vida debido a que los chicos cuando están bajo el efecto de la droga hacen cualquier locura. ¿Usted tiene miedo?

-No sé si miedo. Lo que sí vemos es que hay pibes que continuamente están destruyendo la capilla al estar bajo el efecto de la droga. Rompen el techo, las rejas, el tanque de agua. Y tampoco uno puede decir nada ni hacer ninguna denuncia porque te miran feo y te apuntan.

-¿Es optimista o escéptico sobre el futuro de los barrios?

-Yo soy uno de los locos que está gestionando y luchando a nivel nacional e internacional para que en 2018 la ONU declare la ilegalidad de la pobreza. Los responsables de la pobreza, que son los acopiadores de la riqueza, serán así juzgados por estar en una condición ilegal. La acumulación indebida es ilegal y punible. Somos cinco locos que le estamos dando manija a este tema. Ojalá lo logremos.