Ante la escasez de políticas públicas locales para asistir a jóvenes que atraviesen un consumo problemático de estupefacientes, una cooperativa abrió un Centro de Día que tiene como eje la cuestión productiva para la contención de los pacientes. Funciona en la ciudad y es el único espacio con estas características en el país.

 

 

Desde que abrió sus puertas, el teléfono de la Casa Terapéutica Productiva (CPT) no deja de sonar. El boca en boca --los recursos para la promoción y difusión fueron muy escasos-- generó una rápida demanda de parte de instituciones pública, escuelas, centros de salud y organizaciones sociales para derivar a jóvenes con problemáticas de consumo. A ocho meses de su inauguración, la iniciativa trabaja a destajo: un total de 50 personas participan en la generación de proyectos formativos-ocupacionales, una herramienta remunerada que posibilita la inclusión social y laboral.

La CTP funciona en el corazón de barrio Tablada, una de las tantas zonas de la ciudad en donde la droga estructura y articula lazos sociales y delictivos. El proyecto se convirtió en realidad en julio del año pasado gracias al apoyo del Ministerio de Trabajo de la Nación, cartera que dio el visto bueno para crear un centro de formación profesional con estas características. Es la única iniciativa en el país que entrelaza estrategias terapéuticas con formación laboral para atacar al consumo y al padecimiento mental.

A grande rasgos, la propuesta de la Cooperativa de Trabajo Communitas es brindar un servicio de asistencia que contemple la generación de empleo, articulando y potenciando dos componentes fundamentales, lo terápeutico y lo productivo. Además de un seguimiento clínico individualizado, se fomentan actividades orientadas a la formación laboral y la inclusión en proyectos productivos en el marco de la economía social y solidaria.

 

 

 

El Centro de Día no tiene régimen de internación. Hay una jornada completa de ocho horas en donde un equipo de profesionales (trabajadores sociales, psicólogos, psiquiatras y terapeutas ocupacionales, entre otros) trabaja en el entrenamiento de las habilidades socio-productivas. Hay dos tipos de espacios, los recreativos (música, literatura, cine) y los productivos, que van desde el rubro textil y el ensamblado de cables hasta la elaboración de una revista. Esos trabajos son remunerados: cada joven según su participación puede llegar a alcanzar unos 2500 pesos mensuales.

"La idea es que de acá a un tiempo aquel que trabaje en estos espacios pueda alcanzar un salario mínimo vital y móvil, y no solo por lo meramente económico sino por todo lo que su definición política significa . Ese es nuestro gran objetivo", explica Matías Senderey, responsable del proyecto junto a Camila Bettanin, quienes se involucraron en la problemática de las adicciones ante la falta de políticas públicas en los barrios de la ciudad.

"En muchos casos es indispensable brindar las posibilidades y la infraestructura para que cada uno genere su propio proyecto ya sea individual o colectivo.  Advertimos que no existía esta combinación. En las otras propuestas siempre hay una de estas patas que queda renga", agrega Senderey, quien sostiene que la "altísima demanda" que tiene el centro expone "la desidia estatal local"  en materia de adicciones.

A su juicio, el trabajo del municipio en salud mental no se condice con la buena infraestructura que existe en otras ramas de la sanidad pública. "En materia de adicciones, lo que ofrece la municipalidad es casi nulo. En Rosario no hay ningún centro de salud que tenga los recursos o la capacidad para llevar adelante los tratamientos. Entonces, derivan el 100% de los casos".

Según Senderey, la mayoría de estas derivaciones son financiadas por la Sedronar, el organismo nacional responsable de coordinar las políticas nacionales de lucha contra las adicciones. "Las personas que atraviesan un consumo problemático y no tienen cobertura social llegan al Centro de Día becados por el gran esfuerzo que hace esta dependencia, mientras la gestión local mira de reojo".