La cantante de cumbia rosarina y activista por los derechos trans y de trabajadoras sexuales, Ayelén Beker, relató el calvario constante que vive con sus vecinos de edificio. Además del hostigamiento verbal y los carteles con amenazas, apenas realizó una denuncia en la Fiscalía de Rosario, los propios consorcistas le cortaron la luz.

Hice la denuncia ayer y después me sacaron los tapones de la luz. Pensé que solo se cayó la llave, y cuando bajo veo que sacaron los tapones del todo. Me agarró una crisis de llanto, lo que pasa ya me afecta la salud. No entiendo cómo puede haber gente tan mala”, fueron las palabras que no salen del asombro de la diva tropical, al ser consultada sobre los meses de hostigamiento, en diálogo con Rosarioplus.com.

Si bien fueron múltiples los apoyos que recibió en las redes sociales, de colectivos de trabajadoras sexuales y de la Multisectorial de Trabajadores del Arte y la Cultura, y hasta políticos que se le acercaron, la joven cantante trans no encuentra amparo en la tarea diaria de convivir con los vecinos: si bien algunos son respetuosos y cordiales, otros le inhabilitaron una llave electrónica, pegaron carteles plastificados con un alto contenido de violencia, y muchos la tratan de varón faltando el respeto a su decisión de identidad.

Aunque este cuadro sea difícil para ella, aseguró que hace un mes renovó el contrato de alquiler y no piensa rescindir por los hostigamientos. “Hace unos meses el mal trato se agudizó cuando presencié que un propietario le pegó a una vecina que realizaba trabajo sexual y la fui a defender, y hasta llamaron a la policía. Pero van a tener que acostumbrarse a convivir con este cuerpito un tiempo más porque yo no me voy a ir”, narró.

Ayelén Beker ya tenía presencia en el ecosistema musical, ganado por el propio esfuerzo, pero con la pandemia se cortó la gira que tenía prevista con shows en muchas ciudades, y la necesidad económica la llevó a volver a la prostitución, que ejercía anteriormente y cuyos derechos reivindica.  “Es mentira que se avanzó en derechos. No hay derechos para las trabajadoras sexuales en esta ciudad. Está descartado ir a una esquina, pero tampoco se puede alquilar para trabajar ni en tu propio departamento”, describió.

El odio a las trabajadoras trans se hizo palpable varias veces que Ayelén le abría a compañeras suyas que buscaban el bolsón del centro de día al que asistían, y que debió cerrar por la pandemia. “Las trataron de varones y les decían que yo no puedo recibir gente cuando estamos en pandemia”, recordó con tristeza. “Lamentablemente viví siempre teniendo que adaptarme a este mundo paki heteronormativo, donde todos te miran por cómo te vestís o qué hacés. Estoy harta de tener que adaptarme”.