Brasil asiste al cuarto aniversario del homicidio de la concejala socialista Marielle Franco con el interrogante irresuelto sobre quién ordenó acribillar con 14 disparos a la activista negra y defensora de los derechos humanos que se transformó en una bandera desde el 14 de marzo de 2018 contra la represión ilegal ejecutada por grupos parapoliciales de Río de Janeiro.

Dos expolicías pertenecientes a las mafias policiales llamadas "milicias" en Río están detenidos acusados de haber perpetrado el homicidio pero todavía el Ministerio Público y la policía no han determinado quién mandó a matar a Franco, quien desde su banca de concejal de Río denunciaba el avance de los grupos de uniformados en el control del delito en las favelas.

El expresidente Lula da Silva recordó el aniversario y puso el acento en la falta de responsables en la investigación mediante un mensaje en su cuenta de Twitter, en el que aparece fotografiado mostrando una remera con la leyenda "¿Quién mandó matar a Marielle?".

"Se cumplen 4 años del asesinato de Marielle Franco y Anderson Gomes. Un crimen brutal y político. Todavía no sabemos quiénes son los directores. ¡Seguimos exigiendo justicia! Las luchas de Marielle no fueron en vano", escribió Lula, favorito para ganar las elecciones presidenciales de este año, si bien oficialmente aún no confirmó su candidatura.

Los acusados, Ronnie Lessa y Elcio de Queiroz, salieron en un automóvil a perpetrar el homicidio de Franco y su chofer, Anderson Gomes, del barrio cerrado de Barra de Tijuca, donde vivía el hoy presidente Jair Bolsonaro, entonces diputado federal que preparaba su campaña a la presidencia en 2018.

Lessa dijo la semana pasada en una entrevista a la revista Veja desde su prisión de máxima seguridad, en Campo Grande, Mato Grosso do Sul, que fue ayudado por Bolsonaro en 2009 en una campaña para la institución que se encarga de la salud de los policías heridos en servicio pero que después nunca más tuvo relación como vecino, apenas se saludaban.

Lo cierto es que la muerte de Franco levantó en 2018 la alfombra donde se escondía la violencia política brasileña, sobre todo porque en ese momento Río de Janeiro estaba bajo intervención militar decretada por el entonces presidente Michel Temer.

El interventor de la seguridad de Río en la época era el general de brigada Walter Braga Netto, actual ministro de Defensa de Bolsonaro y favorito a acompañar al mandatario como candidato a vicepresidente en las elecciones del 2 de octubre.

Franco pertenecía al Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y había nacido y sido criada en el complejo de favelas da Maré, en la zona norte de Río, un lugar que se hizo famoso internacionalmente y sobre todo para el público argentino con la canción Alagados (Inundados), de la banda Paralamas do Sucesso.

Marielle Franco se transformó en ese año de 2018 en un símbolo del ascenso de la ultraderecha: el diputado Daniel Silveira hizo una victoriosa campaña rompiendo un cartel con el nombre de Franco en un acto.

Actualmente Silveira tiene el mandato suspendido tras haber sido detenido por la corte suprema, el Supremo Tribunal Federal, por incitar al asesinato de magistrados y reivindicar las torturas y represión ilegal ejercida por la dictadura militar brasileña.

"¿Cómo hablar de que estamos en democracia si una mujer parlamentaria es asesinada como lo fue mi hija?. ¿De qué estado democrático estamos hablando? Necesitamos un cambio porque la gente está siendo atacada todos los días, hay una falta de compromiso del poder público con las mujeres, con todas las personas. Necesitamos tener una dimensión mayor de la democracia dentro de este desgobierno que tenemos", afirmó la madre de Franco, Marinete Silva, de 70 años.