El país cobró fama mundial por su Estado de bienestar y el equilibrio que había encontrado entre la economía capitalista y la economía socialista. La igualdad social pudo alcanzarse sin coartar el espíritu innovador del empresariado. Tras una fuerte crisis económica en los años ´90, Suecia experimentó una importante serie de reformas modernizadoras de su antiguo Estado de bienestar, tendientes a crear sistemas de bienestar basados en la colaboración público-privada y en una amplia libertad de elección ciudadana. De esta manera tomó forma el denominado nuevo modelo sueco, que fue pionero en el mundo y cuya existencia explica -en buena medida- los notables éxitos económicos de Suecia sin por ello haber perdido la base de equidad que caracterizaba su sistema social.

Hasta que un día llegó el virus

La irrupción de la pandemia de Covid-19 causó reacciones diferentes en cada país. A diferencia de la mayoría de sus pares europeos, el gobierno sueco no impuso un confinamiento estricto para frenar el avance del coronavirus. Es decir, no se estableció cuarentena. La estrategia del gobierno  fue permitir que cada persona realizara un autoaislamiento voluntario, lo que permitió que los colegios permanecieran abiertos y que el comercio -incluido bares y gimnasios- siguieran funcionando aunque con menos asistencia y con distanciamiento social.

Al comienzo, sólo se escucharon aplausos dentro y fuera del país por haber evitado la cuarentena y su eventual impacto sobre la economía. Sin embargo, datos de la Oficina de Estadísticas señalan que 2020 ya es el año con más muertes desde 1993.

A diferencia de Suecia, los demás países escandinavos -Dinamarca, Finlandia y Noruega- implementaron el aislamiento social preventivo. Suecia registra actualmente más de 62 mil casos, con una tasa de 519 muertes por cada millón de habitantes, lo que representa cinco veces más que Dinamarca, nueve más que Finlandia y 10 más que Noruega. Como corolario, los tres países cerraron sus fronteras para evitar contagios procedentes de Suecia.

Los más afectados

Desde el gobierno se suponía que podría evitarse una situación como la padecida en Italia, donde hay una alta franja etaria de adultos mayores y, ademas, varias generaciones viven a menudo mezcladas.

Si algo se supo casi inmediatamente es que el virus era especialmente riesgoso para la ancianidad. En Suecia, donde hay una compartimentación social por edades bastante notoria, se supuso que si se mantenían suficientemente separados los distintos grupos por edad, no habría mayores consecuencias.

Sin embargo, esos supuestos fracasaron. Más del 90 por ciento de los muertos por Covid-19 en Suecia son mayores de 70 años, y la mitad del total proceden de instituciones geriátricas, mientras que un cuarto recibía atención domiciliaria.

El objetivo del gobierno fue reducir los efectos del virus y proteger a los grupos de riesgo, siguiendo un modelo clásico contra una pandemia, pero el Covid-19 parece haber roto con las concepciones clásicas. Si hay algo que cundió junto con el virus es la incertidumbre y la imprevisibilidad.

Paria

En estos momentos es verano en Escandinavia. En Noruega se realizará por estos días un importante festival de Rock al que habitualmente asisten bandas suecas con sus numerosos fans. Este año se prohibió su ingreso. Noruega, Dinamarca y Finlandia convirtieron a Suecia en el país paria de la región.

El impacto de esa medida radica posiblemente en que en el imaginario colectivo existe la idea de que Suecia y sus habitantes son un ejemplo de cultura cívica. Si bien esa idea no se aleja demasiado de la realidad, también es cierto que se la elevó a un estatus casi mitológico. Todo mito tiene una base real. En el caso sueco, es cierto que existe un notable equilibrio entre el Estado de bienestar y el individualismo. Ambos paradigmas, entendidos generalmente como opuestos, aparecen en Suecia complementándose. Quizás el secreto se encuentre en que no hay una radicalización en torno a ninguno de los dos.

Occidente está ávido de alternativas al capitalismo salvaje que arrasó con economías enteras desde 1991, un sistema que navegue entre los extremismos del socialismo soviético y del neoliberalismo irrestricto estadounidense. La pandemia dejó al descubierto que las alternativas evidentemente no son Brasil, Rusia, India o China.

Para muchos, esa alternativa estaba representada por los países escandinavos o, en el otro extremo del planeta, por Nueva Zelanda. Es por eso que existe cierta fascinación con Suecia. Pero eso no supuso que, por arte de magia, se produjeran resultados sustancialmente distintos ante la pandemia por mera cuestión de carácter nacional. Ahora Suecia sorprende porque es marginada por sus propios vecinos.

Quizás lo que la pandemia ha dejado al descubierto de manera brutal y como nunca antes es que -vivamos donde vivamos- todos somos humanos.