Las mujeres trans que lograron jubilarse con su nuevo nombre siguen siendo “contadas con los dedos de las manos” a casi seis años de aprobada la Ley de Identidad de Género, por lo que fue noticia la semana pasada el caso de Jorgelina Pineda (60 años), la primera travesti que realizó el trámite en la provincia de Santa Fe.

Las organizaciones que defienden la diversidad sexual advierten que si este beneficio de la seguridad social sigue siendo inalcanzable es por el efecto combinado de dos males de la discriminación: “una expectativa de vida de sólo 35 años” y “la falta de acceso al mercado laboral formal”.

Una de las mujeres trans próximas a jubilarse en la ciudad de Buenos Aires a pesar de haber hecho su transición antes de los 20 años es Valeria del Mar Pereira (61), sobreviviente de tres décadas en situación de prostitución y del centro clandestino de detención El Pozo de Banfield, donde estuvo detenida 15 días en 1977 por travesti.

“Yo salí a trabajar en la rotonda de Lavallol a los 20 años, justo en 1976. No era consciente de los riesgos: me sentía femenina, me sentía una mujer, me salía de adentro ¿y qué más iba a hacer? Otra opción no tenía”, contó a Télam Valeria del Mar, quien accederá al beneficio como ama de casa.

“La mayoría de nosotras no accedemos a un empleo formal sino sólo a la prostitución, por eso estamos en la Asociación de Meretrices (AMMAR) luchando para que se reconozca el trabajo sexual como trabajo: esa sería una solución porque te podés poner como monotributista”, aseguró.

Florencia Guimaraes, activista trans integrante de la Corriente Nacional Lohana Berkins, aseguró a Télam que "sólo el uno por ciento de nosotras llega a los 60 años”.

De hecho, entre las 15 mujeres trans fallecidas en los primeros 50 días de 2018, el promedio de edad fue de 36 años, según el Archivo de la Memoria Trans.

“Hoy por hoy no tenemos acceso al trabajo ni formal ni informal, y el 80 por ciento subsiste de la prostitución”, agregó Guimaraes, para quién "las que hoy pueden hacer aportes y el día de mañana tener jubilación, son contadas con dedos de las manos”.

Una de ellas es la catamarqueña Blasia Gómez Reinoso (59) que lleva poco más de un año jubilada tras 35 de ejercicio de la docencia, 6 de los cuales los ejerció como mujer trans.

“Yo primero me casé con el matrimonio igualitario y cuando salió la Ley de Identidad de Género lo hablé con mi pareja que me dijo que lo importante era que yo fuera feliz. Entonces yo, que nunca me había travestido, empecé a transicionar sintiéndome fascinada y muy libre”, dijo a Télam.

Aunque reconoce que “si esto me hubiera sucedido 20 años atrás lo hubiera aprovechado mejor”, no está “arrepentida de nada” porque “ser trans o gay es un salto al abismo muy fuerte”.

Tras el cambio, Blasia se tomó un par de días antes de volver a la escuela secundaria donde era vicedirectora, cuyo alumnado “me terminó ovacionando”, y hoy se considera “una privilegiada de formar parte de ese número minúsculo” de jubiladas trans.

Las causas de muerte de personas trans son también muy diferentes a las del resto de la población, predominando el VIH, los asesinatos y los problemas derivados de las inyecciones silicona, según un informe elaborado por el ministerio Público de la Defensa.

El estudio muestra que sólo el 9 por ciento tiene un trabajo formal y el 87 por ciento de quienes están en la prostitución la dejarían si pudieran.

“De mis amigas (trans) de mi edad, algunas no están porque antes no había posibilidad de trabajar en otra cosa que no sea la prostitución y se fueron muriendo”, dijo a Télam la rosarina Jorgelina Pineda (60) quien inició recientemente los trámites de jubilación en Rosario tras 39 años de aportes, los primeros 20 en el Banco Provincia de Santa Fe y el resto en el ministerio de Transporte.

Nacida y criada en el seno de una familia muy tradicional, Jorgelina empezó a hacer cambios en su aspecto después de los 40 y cuando ya no estaban sus padres, a pesar de que su identidad femenina “la llevo adentro desde chiquita” 

“Yo me siento una privilegiada en el sentido de que nunca estuve tan expuesta como mis compañeras a pasar hambre, frío o caer presa y pude jubilarme; pero ellas tuvieron la suerte de que pudieron hacer lo que querían en su tiempo y forma”, dijo.

“Yo agradezco que muchas amigas hayan luchado por sus ideales, yo lo único que voy a hacer es continuar lo que ellas hicieron trabajando ad honorem en la Subsecretaría de Diversidad para facilitar el acceso al trabajo formal”, concluyó.

Al respecto, Guimaraes explicó que las personas que tienen hoy un empleo registrado habiendo asumido su identidad a temprana edad “son las tuvieron la suerte de entrar al Estado”, situación que es más común entre “las compañeros que transicionaron muy de grandes y no tendrán inconvenientes para jubilarse porque pudieron hacer los aportes”.