Cada librería de la ciudad es un micromundo, un pedacito de historia. Por eso, cuando una cierra sus puertas se lleva consigo una montaña de recuerdos de nostálgicos lectores. La causas que lleven a sus dueños a tomar la decisión de bajar la persiana pueden ser varias, pero en todos los casos recientes ocurridos en Rosario la situación económica global fue determinante. 

La venta de libros decrece sostenidamente desde que Cambiemos se hizo cargo del gobierno nacional, en diciembre de 2015. Aunque aguantaron como pudieron, por los números en rojo este año cerraron en Rosario dos librerías céntricas: Laguna y Logos. 

Laguna era una librería de autor, de poesía, que se ubicaba en el Pasaje Pan, y cerró en mayo pasado. Logos, en tanto, era una sucursal de libreros porteños que trabajaba mucho textos escolares y en inglés. Hace días anunció con promociones que tentaron a los lectores que se irá de su local del microcentro. 

Causas varias

Para poner blanco sobre negro, en diálogo con Rosarioplus.com, el librero Marcos Buchín -de la Librería Buchín- aseguró que “en los últimos cuatro o cinco años la baja de ventas fue de entre un 30 y un 40 por ciento, y eso es una cifra muy alta”. Como los libreros de la ciudad no se nuclean en una Cámara, es difícil recoger datos concretos más allá de los calculados por cada particular.

Claro que como cada librería tiene sus catálogos, sus públicos y su historia, pueden no ser siempre las mismas las causas del cierre, pero hay factores que se repiten: la baja en la venta por la caída del poder adquisitivo, aumentos de precios significativos en libros importados, los gastos fijos que aumentan, la baja en la compra de libros, y el costo en los modos posibles de financiación. A estos se suman las características particulares. En el caso de Buchín, por ejemplo, es notable “la baja de la compra del público de estudiantes, porque hay menos gente en la Facultad de Humanidades de la UNR que se ubica en frente”.

Para colmo, en el mercado del libro el panorama es especial ya que se trata de un artículo que no es de primera necesidad, y los propios vendedores observan que a veces “no asimilamos la relación entre el libro y su precio, un libro chico de 800 pesos o un buen título de 1500 nos choca”, ejemplificó Buchín.

Para Enrique Rey, dueño de Paradoxa –una librería nacida en pleno gobierno de Cambiemos- “la crisis es grande y se siente. Éste gobierno estuvo tres años y medio castigando al consumo. Y nosotros sabemos que el libro no es un bien de primera necesidad como puede ser la luz, el gas o comer y vestirse. Después por qué cierra u abre cada librería es muy particular. Muchas veces obedece a cuestiones y decisiones personales, que por ahí uno desconoce”.

El librero relató sobre su experiencia particular: “Nosotros nacimos con el comienzo de esta crisis, vamos por el tercer año y estamos armando nuestro catálogo, fuimos creciendo en ventas, por lo que vamos en contramano de lo que está sucediendo con esta industria. Pero sí nos pasa mucho que antes los clientes que llevaban cinco libros sin mirar el precio, eligen el más barato de tres, más por el precio que por el interés de lo que quieren llevar”.

La crisis, según Rey, “se nota”, y si bien cada editorial es diferente, “con las devaluaciones hay una corrida del dólar y hay una reticencia en el consumo porque la gente se asusta ante la incertidumbre. Siempre hablamos con colegas libreros que son más históricos, que ven una pérdida de ventas en número, porque tienen comparaciones con otras épocas”.

La ola feminista da un pequeño respiro

Buchín destacó que a pesar de la baja en ventas de libros, la agenda social con el movimiento Ni una menos surgido en 2015, y la transversalidad en el debate de la Ley del aborto llevaron a que mucho público lector vuelva a comprar títulos con temas feministas.

“En pleno contexto de economía recesiva, fue una buena influencia que iba a contramano el auge notorio de interés del público, lo que llevó a editoriales a copiar best sellers (un ejemplo es El segundo sexo de Simone de Beauvoir), y hasta a publicar cualquier título alusivo por oportunismo”, explicó el comerciante. 

Julia Ossana es distribuidora de libros desde hace casi 20 años, y trabaja en Mandrake. Ella trabaja con muchas librerías, y opinó: “Este gobierno estuvo tres años y medio castigando al consumo”. 

Coincidió en analizar que por qué cierra cada librería es muy particular: “Muchas veces obedece a cuestiones y decisiones personales, que por ahí uno desde acá desconoce. Pero lo seguro es que todas vienen trabajando mal desde hace cinco años, con riesgos comerciales, poco material importado, lo independiente bajó porque no es consignable. Les subieron mucho los impuestos y las tasas, así como los alquileres”.

Ossana precisó que algunas arman eventos y eso sirve “para zafar el mes, cuando antes los armaban para dar un plus para hacer un arreglo o un extra, pero ahora los eventos sirven para zafar el mes”. Agregó un dato a tener en cuenta: “Cuando vengan las renovaciones de los contratos de alquiler no sé qué va a pasar”.

La joven distribuidora de libros precisó que “los libreros han organizado cámaras pero nunca perduraron. Actualmente están organizados (muchas de Rosario, pero algunas de Baigorria, San Lorenzo y Funes) en una búsqueda de cámara que los nuclee pero eso lleva tiempo que no quieren dedicarle. La idea de armar una cámara surgió a partir de la nueva Feria del Libro para discutir sobre los espacios libreros”.