Jorgelina Pineda vivió momentos duros: cuando tenía 18 años y era Jorge, atravesó un año en la Colimba, y después varios encarcelamientos en la Jefatura durante el Proceso "por marica". Ahora consiguió lo que nadie en la provincia porque luego de 39 años de trabajo formal, es la primera mujer trans en obtener su jubilación.

Este beneficio de la seguridad social que es considerado habitual, sigue siendo inalcanzable para las personas transgénero a pesar de llevar años del derecho adquirido a la identidad de género, por el efecto de dos males de la discriminación: una expectativa de vida de sólo 35 años por las malas condiciones de vida y la falta de acceso al mercado laboral formal.

“Lo logré, misión cumplida”, fueron las palabras de satisfacción plena de Jorgelina, quien goza de autopercibirse "una señora de 60 años" que compartió su historia con Rosarioplus.com, que seguramente allanará el camino para muchas más. Aunque asegura que “falta mucho tiempo para que otra chica trans se llegue a jubilar, porque recién ahora con el cupo laboral algunas jóvenes van ingresando al mercado laboral formal, y una vez que ingresan hay que esperar a que lleguen a los 60 años para que se puedan jubilar, si llegan a trabajar 35 años. Pero bueno, si una pudo pueden mil. Yo vengo a ser como la Juana de arco de las trans”, reflexionó.

La historia de Jorgelina es realmente única: “Nací en Correa, donde sufrí una adolescencia de crisis de identidad, sabía que era diferente a los demás pero no que era algo sexual. Hice un secundario de perito mercantil en administración de empresa, y lamentablemente me llamaron para hacer el Servicio Militar en San Nicolás, donde sufrí mucho". Pero en abril de 1979 un amigo le dio la oportunidad: entró a trabajar en el Banco Provincial (hoy Banco Santa Fe), en la esquina de la peatonal San Martín y Santa Fe, de traje y corbata, tras un proceso de selección en que quedó segunda de diez personas seleccionadas.

Fue entonces que a Jorgelina, con 21 años y su identidad aún de varón, se le abrieron las puertas de “otro tipo de vida en Rosario, que era la tierra prometida porque quedarse en Correa significaba casarse y tener hijos y nada más”. Recordó que cuando trabajaba se hizo amigas de chicas trans, a quienes vio padecer los vejámenes del trabajo en la calle: “Mis amigas murieron de HIV o de otras enfermedades, otras siguen en la calle. Me siento privilegiada de haber tenido la oportunidad y tomarla, porque de cada uno depende hacer algo diferente y no terminar en el acantilado”.

Ahora que está “en el remanso” de todo lo que vivió, Jorgelina cayó en la cuenta de muchos momentos difíciles que vivió: “Me banqué muchas cosas, caíamos presas con las chicas todos los días, y yo salía gracias a que tenía trabajo, pero siempre quedaba alguna”.

Fue durante su trabajo en el banco que vivió su transición: “De a poco fui con las uñas pintadas, mis compañeros se dieron cuenta y me fueron aceptando en el proceso de mis cambios. Mi idea era que se vayan acostumbrando y no hacerlo de una.  Nunca los compañeros me hicieron sentir discriminada ni tampoco un cliente, porque siempre traté con amabilidad y sinceridad a todos. Cuando me pasé al Ministerio de Transporte, ya fui transformada con aritos, y cuando fue la ley me pude cambiar el documento”.

Luego de trabajar en el banco hasta que se privatizó en 1998, le dieron la opción de quedarse, un retiro voluntario o un traslado, y fue entonces que comenzó a trabajar en el Ministerio de Producción, en el área de transporte, que fue cambiando de reparticiones, hasta que formó parte del nuevo Ministerio de Infraestructura, donde trabajó de jefa departamental de la jurisdicción sur hasta el año pasado, en la sede dentro de la Terminal de Ómnibus, donde resolvía los asuntos de jubilados y personas con discapacidades.

Ahora la vida de esta contadora jubilada cambió radicalmente: “Tengo a mis amigas, vivo mi vida sexual plenamente y en soltería, extraño un poco a mis compañeros, un grupete divino de jóvenes. Extraño levantarme temprano, maquillarme y vestirme para atender a la gente, sentirme bien resolviendo sus asuntos. Ahora no hay horarios, se siente diferente ser una sextagenaria, porque una va sembrando y ahora veo la cosecha”.

En Correa de su familia quedó su hermano mayor con quien comparte una linda relación. Mientras mira las nuevas olas, Jorgelina busca nuevamente su camino para “seguir solucionando problemas de la gente”, a la vez que reconoció: “Me hubiera gustado no ser noticia y que jubilarse para una mujer trans sea lo cotidiano, porque siento que me reconocieron cuando hice lo que tenía que hacer, trabajar como todo el mundo, pero bueno con los años cada vez será más usual”.