Pedro Pablo Kuczynski estuvo a punto de ser destituido, sin embargo logró torcer su destino mediante presiones y negociaciones.

La gran pregunta que cabe formular es por qué motivo un presidente electo hace tan solo 17 meses, para cumplir un mandato de cinco años, sería destituido por el Congreso.

Más allá de la vaga figura de “vacancia” por “inhabilidad moral” arguída por sus detractores, lo cierto es que Pedro Pablo Kuczynski -PPK como se lo denima en Perú- tiene una debilidad política de origen. Fue elegido como alternativa al fujimorismo más que por su poder de seducir al alectorado, y además, tiene una bancada minoritaria de sólo 18 legisladores sobre un total de 130 en un Congreso unicameral que le es adverso. La mayoría legislativa le pertenece al fujimorismo que ostenta 71 escaños.

Su salvación pareció casi un milagro y el resultado final fue sorprendente debido a que sólo una semana antes, 93 legisladores pusieron la cabeza del jefe de Estado en la guillotina al aprobar el pedido de destitución de Kuczynski. Con 87 votos hubiera alcanzado para terminar con el presidente. Sin embargo, los votos en su contra sumaron solamente 79. Hubo 19 votos en contra y 21 abstenciones. El primer mandatario logró así salvar su cabeza, en buena medida gracias a la izquierda, dado que los fieles a líder progresista Veronika Mendoza se negaron a votar, y también debido a que un grupo de 10 fujimoristas díscolos decidieron abstenerse mostrando la división entre Keiko Fujimori, la hermana mayor, que promovía la destitución, y Kenji, el hermano menor, que se negó a apoyarla y prefirió mantener a Kuczynski en el poder para negociar el indulto a su padre, el expresidente Alberto Fujimori.

La acusación

Lo que motivó la solicitud de expulsión de PPK de la prediencia por "incapacidad moral" fue el mismo hecho que ya derribó a varios políticos influyentes en Latinoamérica: recibir dinero de la constructora multinacional de origen brasileño Odebrecht a cambio de ser favorecida en licitaciones de obra pública estatal.

La fujimorista Fuerza Popular, principal agrupación política de la oposición, reveló el 13 de diciembre que la empresa Westfield Capital, propiedad de Kuczynski y un socio chileno, recibió dinero de la constructora cuando el actual jefe de Estado era ministro del expresidente Alejandro Toledo (2001-2006).

Bajo la sospecha de que este hecho, sucedido más de una década atrás, implicaba corrupción, se inició el acelerado proceso de “vacancia” que en apenas ocho días pudo cambiar al presidente, y con ello, la historia de Perú.

Las consultoras de opinión indican que con sólo el 18 por ciento de apoyo, Kuczynski no es además un gobernante que cuente con el fervor popular de los peruanos. Es por eso que cobra mayor fuerza la pregunta ¿cómo se salvó de la destitución?

La mejor defensa es mostrar un panorama peor

No fue casualidad, fue estrategia. El presidente no se limitó a tratar de demostrar su inocencia. Ante una destitución que aparecía como un hecho, Kuczynski apeló a una estrategia arriesgada al argumentar que si era exhonerado, sus dos vicepresidentes renunciarían también, lo cual dejaría al país en manos del presidente del Poder Legislativo, perteneciente al bloque fujimorista. Esto significaba en primer lugar, cederle la iniciativa política por completo a la hija del expresidente. Alberto Fujimori, quien purga una condena de 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Se trata de la figura más controvertidas de la historia reciente de Perú, quien divide tajantemente a la sociedad entre quienes lo defienden por haber estabilizado la economía y haber acabado con la guerrilla de Sendero Luminoso, y quienes lo desprecian por sus métodos cruentos para lograrlo, por el autogolpe de Estado de 1992  y por los flagrantes hechos de corrupción durante su presidencia.

Kuczynski logró demostrar que, de avanzar con su destitución y si renunciaran sus dos vicepresidentes, la Constitución peruana prevé que el titular del Congreso debería convocar a elecciones. De ese modo, el presidente se jugó la última carta para contrarrestar la vacancia. Porque la posibilidad de una elección general hubiera implicado por un lado la posibilidad de que, fortalecida, Keiko Fujimori tuviera mejores chances de quedarse con la presidencia. Pero como el diseño constitucional peruano es de correspondencia, es decir que el Congreso y el Poder Ejecutivo cumplen el mismo período de inicio a fin, el hecho de tener que convocar también a nuevas elecciones legislativas habría logrado desanimar a más de un congresista que se percató de que podría quedarse sin banca.

Fue así como algunos legisladores de izquierda que una semana antes habían apoyado el debate por  la destitución presidencial, finalmente se abstuvieron de respaldarla frente al nuevo escenario.

En definitiva, Kuczynski apeló al atifujimorismo. Planteó un escenario político en el cual ese sector controlaría la política del país y los movimientos de izquierda cambiaron de opinión, optando por lo que sería el mal menor, es decir, apoyar la continuidad del presidente.

Debe destacarse también que diversas organizaciones sociales y movimientos ciudadanos  marcharon en los últimos días en rechazo a la remosión del primer mandatario, no tanto porque creyeran en la inocencia del presidente, sino por la convicción del respeto a las reglas de juego de la democracia.

Pero hubo otro factor inesperado que fue gravitante y se trató de una suerte de rebelión en el seno de Fuerza Popular, el bloque liderado por Keiko Fujimori. Su hermano Kenji, también legislador, decidió no apoyar la vacancia de Kuczynski. Apoyado por un pequeño grupo de congesistas leales, Kenji apeló a sostener las negociaciones existentes con el gobierno para lograr que su padre pueda salir de prisión. Visibles o no, esas negociaciones existen.

El posible indulto a Fujimori

Cuando el abogado de Kuczynski empezaba la defensa en la sesión del Congreso, circuló en Twitter el informe de una junta médica que recomienda el indulto humanitario de Alberto Fujimori. En medio de la sorpresa por el informe médico, circuló también en los medios de comunicación la solicitud de conmutación de pena  del propio Fujimori, recibida por la Comisión de Gracias el 15 de diciembre. Estas noticias circularon rápidamente y generaron comentarios dentro y fuera del Congreso donde se discutía la destitución de Kuczynski. Ante el escándalo, el Ministerio de Justicia desmintió que se estuviera por otorgar una gracia en la pena al expresidente.

Posiblemente se trató de una filtración no controlada por el gobierno para dejar en evidencia la existencia de negociaciones entre Kuczynski y el fujimorismo a espaldas de la opinión pública. Ello podría haber inclinado los 20 votos de la izquierda, que siempre rechazó la posibilidad del indulto.

Un presidente con futuro incierto

Pedro Pablo Kuczynski continuará en su cargo, pero eso no significa ni que haya salido de esta crisis fortalecido ni que sus problemas se hayan acabado. Sí quedó claro que explotar la veta antifujimorista le dio resultado positivo, aunque la negociación con ese sector le resulte al mismo tiempo indispensable para poder gobernar, dada su extrema debilidad en el Congreso. Y el nuevo año anuncia nuevas tensiones entre el ejecutivo y el legislativo.

Por ahora el presidente conserva la cabeza y respira, cuando hasta hace menos de una semana nadie hubiera apostado por su supervivencia. Pero atención, el hecho de conservar el puesto no detiene las investigaciones que sigue el Congreso sobre sus vínculos con la empresa Odebrecht y si emergieran nuevas pruebas, la vacancia podría volver a plantearse. En ese caso, el resultado podría ser diferente.