Bien temprano era todo expectativa. La plaza del Centro de Justicia Penal se vestía con carteles que reclamaban justicia por las 22 vidas, una pantalla gigante se elevaba con cadenas, y los sonidistas hacían pruebas para dejar todo listo para la escucha y mirada del público que llegaba con un mismo fin: a las 14 en la sala 7 del Centro de Justicia Penal se daría cierre al juicio por la explosión del edificio de Salta 2141 con la lectura de la sentencia del Tribunal Oral.

Dentro del predio judicial santafesino estaban los familiares directos de las víctimas, así como también vecinos del edificio damnificados. También se hizo presente Anahí Salvatore, la vecina que protagonizó una de las imágenes más conocidas del día de la tragedia al esperar horas el auxilio desde su ventana mientras se incendiaba su departamento. Ella, y todos los familiares de las víctimas fatales, coincidieron en su sensación tras el veredicto: “En Santa Fe no hay justicia, porque el hilo se cortó por lo más delgado”.

En la sala 7 la calefacción y la cobertura mediática apretaban hasta que el murmullo se hizo silencio poco antes de la entrada de los jueces Rodolfo Zvala, Marcela Canavesio, y Carlos Leiva. Al instante de haber ingresado la jueza que preside el Tribunal leyó la sentencia, con voz determinada pero algo quebrada, con pausas de cambio de hoja y de tragos de agua. “No estamos ajenos a tal conmoción y entendemos el dolor que, aún indescriptible, han sufrido las víctimas directas e indirectas”, leyó en el Considerando, y calificó a la explosión como “la mayor catástrofe en la historia de nuestra ciudad que enlutó a toda la comunidad”.

Los familiares de las víctimas no se soltaban las manos en una cadena humana, mientras los imputados, defensores y fiscales se concentraban en retener las palabras. El gasista Carlos García saludó a su otrora asistente, Pablo Miño, desde su asiento, estrechando su mano que atravesó a los defensores sentados en el medio. Miño se mantuvo con gesto nervioso y García, en cambio, lucía entregado: observaba calmo a los jueces reclinado sobre su asiento. “Él se preparó mucho espiritualmente y tiene conciencia de su situación”, diría luego su defensor Hugo Buffarini a Rosarioplus.com.

Canavesio leyó durante veinticuatro minutos el escrito, impacientando a la sala, nombrando a cada implicado, y pidiendo silencio ante handies policiales y comentarios de asistentes. Recién en los últimos minutos dio a conocer la sentencia de diez absueltos y un condenado. También se aclaró que el juez Leiva disintió con la pena efectiva de García, con una postura de domiciliaria y de tres años, que se relegó a los otros dos jueces. Una joven se descompensó, hermana del fallecido Maximiliano Salvatore, y varios más familiares se retiraron de la sala antes del cierre. El aire se cortaba con un papel.

El Tribunal en su fallo dio a conocer su apreciación de que se hallaron fisuras en la hipótesis de la Fiscalía de una cadena de responsabilidades en los imputados, porque “se ha prescindido de algunos de sus eslabones” –referido probablemente a la desestimación de imputar previo al juicio al gasista Allala y al reclamista Bolaño- y aseguró que hay “fisuras argumentales que denotan cierta auto contradicción” por acusar al Consorcio con el gasista por actuar a espaldas de Litoral Gas y asimismo acusar al personal de esa empresa que desconocía el trabajo, lo que según el Tribunal “debilita la postura acusatoria”.

Poco después brindó una conferencia de prensa la Fiscalía, donde habló la fiscal Graciela Argüelles, quien se encontraba realizando su guardia el día de la explosión e investigó durante seis años los 37 cuerpos del expediente de 7400 fojas: “Es una interpretación equivocada, pero revisaremos bien cuando se conozcan los fundamentos. Rosario es una ciudad muy grande con un servicio de gas muy precario, no podemos saber si no vuelve a suceder”.

Era cantado: sea cual fuere el veredicto, habría disconformes. El único sentenciado por el estrago doloso agravado por las muertes fue el gasista Carlos García. Se sabe que habrá apelaciones, pero ya lo dijo Marcela Nissoria a este medio: “Se cierra una etapa y los familiares se encontrarán con la pérdida de los seres queridos”.

Lo emotivo de la jornada se puede resumir en una frase que se leyó estampada en uno de esos tantos carteles que coparon la plaza:“No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”. Es el fragmento de un poema de Mario Benedetti que recitó muchas veces en su vida Débora Gianángelo, una de las víctimas de la explosión del edificio de Salta 2141 el 6 de agosto de 2013. Su familia, que participó del juicio como querellante, lo tomó como emblema y lo imprimió en una bandera argentina que adornó el balcón del predio.