El de Eduardo Giusti es un ejemplo que sirve para pintar de cuerpo entero la caída que atraviesa el sector Pyme. Se trata de un conocido comerciante en el rubro de la colchonería que abrió una distribuidora en los '70 y surfeó todas las crisis pero no pudo con ésta.

En las buenas épocas Giusti llegó a tener su propia fábrica y cuatro locales con diez empleados. Este año, tras intentar vender el fondo de comercio sin éxito, debió bajar la persiana de su último local, el de 9 de Julio y Dorrego, e indemnizar al empleado que le quedaba por no poder afrontar el aumento de las tarifas, la inflación y el alquiler.

Con 68 años recordó haber vivido las problemáticas que lo hicieron cambiar o reducir el rubro, pero nunca vio “nada igual, esta economía es preocupante porque va dejando a mucha gente en el camino, caen los pequeños comercios para continuar los grandes monopolios que tienen mayor espalda. Queda la desazón, el gobierno te deja en la calle”.

Este mes Giusti abrió una nueva etapa para su vida. Luego de 49 años "en el servicio de recomendar con resorte o sin, las diversas densidades de espuma a unas tres generaciones sobre el colchón que más se ajuste a su fisonomía para su calidad de vida”. Ahora se dedica a visitar a sus dos hijas y cinco nietos en la ciudad de San Carlos de Bariloche, así como a su padre que con 93 años y su propia trayectoria en los Talleres Gráficos Ferrazzini, reside en Rosario cerca de él. 

El histórico colchonero seguró haber tenido propuestas de varias fábricas para ser viajante, pero no le encontró mucho sentido. Sumado a su familia, continúa vendiendo un remanente que le quedó de unos 200 colchones y bases en el depósito que sigue alquilando por un tiempo. Por ahora la venta va bien, ya que los productos se ofrecen “a precio de costo y en contado” (cualquier persona interesada en consultar puede llamar al 0341-156-881485).

El rubro del colchón tiene sus particularidades pero no queda fuera de lo que ocurre en todos los sectores comerciales, según analiza el experimentado comerciante en diálogo con Rosarioplus.com: “Todos los rubros terminarán desapareciendo en la venta al público, porque se viene lo que ya se observa en todo el mundo, el servicio de compras online, ya sea de sitios web dedicados como de venta directa de las fábricas, que matan al local indefectiblemente al no poder competir en precio. La gente antes pedía recomendación sobre lo mejor, cuando ahora pide lo más barato”.

Los años dorados del colchón

Corría el año 1970 cuando Giusti avizoraba sus aptitudes en el comercio, y apostó por abrir la distribuidora Policol S.A., en avenida Francia al 800. “Distribuíamos los colchones de Simmons, Belmo y Kavanagh en seis provincias, con diez viajantes, y contábamos con sucursales en Santa Fe y en Formosa”. Por aquel entonces, Giusti descargaba entre 4 y 5 camiones por día, recordó.

Sucede que en aquel entonces el colchón era un elemento que se compraba “como kilo de azúcar, ya que los precios de los materiales no eran dolarizados como en los últimos años, lo que llevó a que los precios del producto encarecieran con lógica, y un colchón que antes era repuesto cada ocho años, ahora se aguanta hasta 20 años y por más financiación de 24 cuotas, los números no cierran igual”.

Durante la época del Proceso la distribuidora cerró por la crisis económica, pero la visión comercial de Giusti continuaba latente, y en 1985 montó su propia fábrica en Avellaneda y Cochabamba, bajo el mismo nombre y con otros dos socios. “Era un pebete, tenía el conocimiento del rubro y las ganas, y me dediqué a visitar a cada cliente que había tenido, y así comenzamos a fabricar e incluso a pedir que nos fabriquen porque no dábamos abasto”, recordó sobre los años dorados en que el colchón se vendía como pan caliente.

Pero la crisis que comenzó nuevamente en el 2000 llevó a Policol S.A. a cerrar la fábrica, y Giusti pasó a tener cuatro locales de venta al público en el mismo rubro: uno en Echesortu en Mendoza y Constitución, otro en San Martín y Mendoza, un tercero en Mendoza al 1700 y el de Dorrego y 9 de Julio, el que más tiempo resistió.

A mediados de 2018, se despidió del ubicado en Mendoza al 1700, para medio año después cerrar del todo la venta al público, y concluir así la historia comercial de un protagonista con nombre y apellido de tantos que se lleva la crisis actual.