Durante la pandemia fue manifiesta la crisis del trabajo no remunerado conocido como “el cuidado”, y el propio presidente Alberto Fernández declaró este viernes que “las mujeres tienen un enorme trabajo que nunca ha sido pago y que debe serlo”. Lo dijo en el marco de una entrevista para Radio Nacional que le realizó la periodista rosarina Sonia Tessa junto a colegas de todo el país, donde adelantó sobre el plan Potenciar Trabajo, “que propone el pago del cuidado de familia, donde mujeres u hombres que se dediquen a cuidar a otras personas en su niñez o madurez, sean remunerados”.

Rosarioplus.com quiso conocer cómo viven la cuarentena las mujeres que son madres y también trabajadoras formales en Rosario, y si bien distan algunas diferencias en las experiencias según las edades de los hijos, en todos los casos coincidieron en que se trató de una linda experiencia de compartir más la vida con sus hijos, aunque eso conllevara mucha mayor dedicación a ellos y a mantener las tareas del hogar (algunas repartidas con su pareja y otras solas), a la vez que responder a las exigencias laborales.

Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa relevó entre mujeres comerciantes y empresarias del país, el 81% de las mujeres vio afectada su rutina de tareas y el 70% tuvo que restar horas a su trabajo.

En una nota anterior este medio relató cómo viven la cuarentena las madres de los barrios más humildes como en Los Pumitas y Villa Banana, donde si bien siempre estuvieron a cargo de cuidado del hogar, en este contexto se triplicaron sus tareas de mantenimiento, y se encontraron con dificultades habitacionales, y al aumentar las carencias a falta de changas y trabajo, aumentó la demanda de comida, y muchas de ellas se pusieron a cargo de comedores.

En los casos de mujeres que no viven en condiciones de vulnerabilidad social, la red de contención en lo emocional así como los recursos laborales y familiares ayudaron a que la cuarentena requiera de mucha organización y momentos de dificultad pero no con situaciones extremas como en barrios más carenciados, donde el aditivo fue la violencia institucional y/o familiar.

Madres 24 horas y a la vez trabajar en casa: ¿Sobrecarga?

Las entrevistadas por este medio viven en Rosario, tienen diversas edades y empleos, y como ya se mencionó, tienen hijos de distintas edades. Noelia es mamá de una niña de seis añitos y es empleada de comercio, este año su hija comenzó a cursar su primer grado de manera virtual en el Colegio Padre Claret. Cintia tiene dos mellizas de un año y medio, y es arquitecta, docente e investigadora. Andrea tiene una hija de 4 años y una beba de 8 meses, es médica especialista en medicina estética, con su clínica en Puerto Norte, Sol tiene un hijo de nueve años y dirige el Centro Cultural Cine Lumiére y Alisa tiene tres hijos de 15, 13 y 11 años, y trabaja de arquitecta y escritora.

“En algunos momentos siento que voy a colapsar, entre las demandas laborales al no tener horario fijo, estamos siempre disponibles, y una se encuentra haciendo dos o tres cosas a la vez, y sentís que hacés todo a medias, o mal. Pero cuando lográs acomodar un poco, poner algún límite a las demandas, también es maravilloso estar en casa”, fue la reflexión sobre la sobrecarga que siente Sol ante esta difícil nueva normalidad.

Cintia divide la atención a sus mellizas con su pareja, ya que la demanda es permanente: “Siempre la relación es desigual y la carga es mayor para la mujer, ya que ahora también se trabaja. Fue aprender a ser multifuncional como es la maternidad que por más cansada, debes estar atenta a tus hijos que dependen 100 por ciento de vos. Muchos aprovecharon la cuarentena y vieron películas, hacer deportes o leer libros, y para mí fue todo lo contrario”.

Ella debió adaptar de una semana a la otra las clases de las universidades donde trabaja a las plataformas online, y eso “fue una cambio muy grande, nos capacitaron para adaptarnos a este sistema y a veces trabajé hasta la noche para adaptarme. La docencia online no se corta, las consultas por mail en Urbanismo son de mucha práctica, y me es más estresante corregir en mi casa escuchando a las nenas”.

Alisa por su parte la sobrecarga la sintió en torno a las tareas del hogar, ya que son cinco convivientes en su caso. “Tuve menos trabajo porque cerraron las obras y sólo me queda el trabajo de oficina. El inicio fue caótico hasta que se adaptaron los chicos a las clases online, aunque cada hermano ayuda al otro en las tareas. Cuando se habilitaron las obras ya salí mas, y fuimos encontrando un camino para respetar los silencios que cada uno iba necesitando. Ahora los mediodías y noche estamos todos en casa, es un momento de encuentro que antes no teníamos y es una oportunidad de encontrarnos y charlar más. Pero eso lleva también a cocinar más, lavar bien antes cada comida que se compra y limpiar mucho más la casa por estar todos acá. La pandemia nos lleva a mantener todo más limpio”.

En cambio a Andrea la cuarentena le sirvió para frenar, ya que debió cerrar su clínica los primeros meses, y reconoce que descansó y disfrutó mucho con sus hijas. “Sobrecarga no sentí, porque no podría dejar de trabajar en lo que me gusta, y busqué producir vendiendo cremas a domicillio y desde mi casa, y se vendió bien”. Reconoció ahora que ya volvió a trabajar en su clínica que es importante su presencia en la casa, y trata de cortar antes el trabajo para estar más con su familia. Aunque claro que extrañaba su rutina, y asegura estar “contenta de haber vuelto”.

Noe en coincidencia con Andrea vivió el cambio sin demasiada sobrecarga. “Me sentí muy alegre de estar en casa, si bien tuvimos que aprender que cada cosa tiene su momento, nos hizo súper bien y me dio ganas de trabajar más en casa para poder compartir juntas más tiempo, y ayudar a mi hija en sus tareas”. Para ella el paso del trabajo de oficina a su casa fue “genial”, el trabajar sin tener que moverse y a la vez servirle el desayuno a su hija.

Reorganizar la rutina fue la clave de cada hogar

Cintia debió hacer un giro de 180 grados en la rutina sin niñera en los primeros meses, sin la ayuda de los abuelos (por protegerlos a ellos) y debiendo hacer muchas tareas al mismo tiempo: “Arrancamos temprano para organizar el día, y yo armo las clases, nos dividimos la limpieza y la atención a las nenas. Y después en el momento de la clase en el Zoom, si no estoy hablando apago el micrófono porque es normal escuchar a las nenas pegar algún grito de fondo porque están aprendiendo a caminar y se golpean mucho y se caen. Cuando antes iba a las diferentes universidades, ese era el horario en que me desconectaba de la maternidad, y me enfocaba en las clases de la catedra con los alumnos, y ahora está todo junto”.

Para Alisa la rutina cambió bastante: "Siempre llevamos y traemos a los tres a sus actividades y amistades, y eso se suspendió, lo cual fue un alivio del trajín. A todo le encontramos en su medida el encanto de disfrutar la casa y compartir, está bueno. Así como también es importante la sociabilidad de cada uno por fuera del hogar: los chicos con sus pares, amigos y primos. Nos sentimos consolidados y fuertes pero a la larga eso no alcanza y se extraña ese círculo afectivo más amplio".

Andrea no sintió demasiado cambio de la rutina, aunque sí comenzó a cocinar mucha comida casera durante la cuarentena, y ahora lo trata de seguir haciendo. Sí reconoció que no era bueno no estar en contacto con el exterior las 24 horas, lo cual por momentos fue algo inestable. Una nueva rutina que incorporaron junto a su pareja es que “los viernes se comen cosas ricas en familia, apagamos los celulares y es lindo”.

Para Sol los cambios en la rutina fueron notables e inmediatos: “Usualmente mi trabajo fuera de casa demanda de una logística y una red de cuidados que funciona tipo ‘Tetris’, que incluye abuelos, niñero, tíos, actividades de club, pileta, paseos, muchísima actividad cultural, reuniones de amigos". Desde la cuarentena en marzo arrancaron las estrategias para desarrollar funciones en modo tele trabajo y para servir de manera voluntaria en los centros de atención comunitaria de manera virtual, "manteniendo el contacto con los compañeros y compañeras del Lumiére, entre los que hay personas de riesgo y parturientas, y el deporte, que los dos hacíamos acuáticos los reemplazamos con rutinas en casa. El pasillo donde vivimos se volvió una linda comunidad, donde mi hijo juega con sus vecinos y hacemos actividades con ellos como enseñarles a tocar la guitarra o a cocinar”.

Y sobre la adaptación escolar de su hijo de nueve, puntualizó que fue “a prueba y error, y cuestiones cotidianas como una impresora rota o un programa de pc que no funcionara generaban un desorden”. Por otra parte se encontró con los tiempos de lectura y aprendizaje de su hijo: “Ser parte del proceso me trajo muchas novedades y me devolvió una manera de relacionarme con él que desconocía, sumó preguntas e inquietudes, repensar contenidos, modos de educar y de ser parte de esas estrategias, tanto las familias como con docentes e instituciones”.