El silencio de la noche del jueves se rompió con siete detonaciones y la posterior aceleración de una moto. Antes nada, después tampoco. Es una suerte de limbo en el que deambulan dos pibes armados cuando no hay un alma por la calle, tiran acá y allá, y luego desaparecen. Manejan por una zona atemporal y fronteriza, y nunca la cruzan como para ser atrapados.

Estos episodios de amedrentamientos a funcionarios judiciales, puntualmente ligados en actuaciones contra Los Monos, tienen algunas características comunes: dos en una moto, en el vacío de la noche, y en apenas unos segundos. Los vecinos recién observan después de unos minutos, por las hendijas de las persianas mientras el miedo no termina de soltarlos.  

“En muy poco tiempo pasa una moto y descarga un cargador de 9 disparos. No es tan difícil. Son personas cada vez más jóvenes para realizar actividades con armas. Aprenden a disparar, paran la moto dos segundo y listo. En este contexto de violencia que tiene la sociedad, no les resulta difícil”, reconoció el secretario de Seguridad, Omar Pereyra en Sí 98.9.  

Las casas (no) indicadas

Otro factor común es el objetivo a atacar: viviendas ligadas indirectamente a funcionarios judiciales. Viviendas que desde hace años no habitan, que es de sus parientes o que ya vendieron. Pasó con Juan Carlos Vienna, pasó con Ismael Manfrín, y ahora parece suceder con Marisol Usandizaga. El primero instruyó la Megacausa Los Monos, los últimos dos dictaminaron la condena.

No se trata de un error de quienes coordinan la balacera al buscar la dirección en las Páginas Amarillas. Puede ser que el dato les haya llegado mal en alguna oportunidad, pero ya ha sucedido varias veces y generó un patrón. Así confunden, despistan. Es más, el edificio baleado de calle Dorrego al 1600 que ocupó el estudio de Horacio Usandizaga hace años, se llama Marisol.

Otro dato interesante es el que relató el perito de Tribunales, propietario de la casa de Zeballos al 2500 baleada el jueves por la noche, Ricardo Brachetta. Contó que ni bien la policía llegó al lugar le preguntó si aún vivía la “doctora Usandizaga”. La pregunta lo tomó de sorpresa: hacía 40 años que su padre le había comprado la propiedad al padre de la jueza, el Vasco Usandizaga.

Sin sospechosos

Todo parece indicar que se trata de planes de intimidación para dar mensajes de riesgos. Aunque disparar con armas 9 mm al bulto de una casa significa la posibilidad de matar a alguien. Por eso desde Seguridad provincial piden que las tipificaciones sean consecuentes. “No se lo puede caratular solamente como abuso de armas, acá hay tentativa de homicidio porque no ha muerto gente de casualidad”, dice Pereyra, algo que también marcó su jefe y ministro, Maximiliano Pullaro.

A la hora de detenciones, la policía no tuvo resultados. Parece que el limbo les está ganando. Lo que se hace es prevención según afirma Pereyra: secuestros de motocicletas y control en distintos horarios, en los cuales se han detenido a personas portando armas en motos. Pero no han dado con ninguno de los autores de las ocho balaceras, ni con sospechosos, y eso hace ruido.  

En este sentido, el ministro de la Corte Suprema, Daniel Erbetta, reclamó celeridad en la investigación para que por fin se pueda dar con los responsables. “Es llamativo que en Rosario esto pueda ocurrir y que no haya ninguna respuesta, ningún avance en la investigación”.

La Justicia no tiene afirmaciones sobre las motivaciones y los autores. Por ahora son todas suposiciones, excepto una moto, con dos personas armadas, que disparan contra casas por la noche para intimidar a funcionarios judiciales.