Afganistán celebrará este sábado unas esperadas elecciones presidenciales en estado máxima de alerta ante las amenazas proferidas por los rebeldes talibanes, que ven los comicios como un complot extranjero, y con el temor de que las posibles acusaciones de fraude debiliten aún más al gobierno entrante.

Unos 9,6 millones de afganos, un 34,5 % de ellos mujeres, están llamados a votar, en unos comicios vistos como una cita clave, ya que se espera que el nuevo Ejecutivo deba lidiar con la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán y con el proceso de paz.

En total, 15 candidatos aspiran a ocupar el puesto de presidente y formar un nuevo gobierno.

Entre ellos destaca el actual presidente, Ashraf Ghani, que busca un segundo término para continuar con su proyecto de lucha contra la corrupción y avanzar hacia la paz en un país en guerra desde hace 18 años.

Otros candidatos con la etiqueta de favoritos son el actual jefe del Ejecutivo, el ex líder de la resistencia anti talibán Abdullah Abdullah, y el ex líder paramilitar Gulbuddin Hekmatyar, un polémico caudillo acusado de matanzas y de otras graves violaciones de los derechos humanos.

De acuerdo con la Comisión Electoral Independiente (IEC), 4.942 de los 7.385 centros electorales situados en áreas bajo control del gobierno abrirán sus puertas. Las autoridades afganas controlan alrededor del 55 % del territorio en la nación asiática.

Para garantizar la seguridad de las urnas, Afganistán desplegó 72.000 miembros de las fuerzas de seguridad y puesto en alerta a otros 30.000, según datos del Ministerio del Interior, informó la agencia de noticias EFE.

En la capital, Kabul, una ciudad completamente tomada por las fuerzas de seguridad con puestos de control y barricadas cada pocos metros, se prohibió la entrada de camiones y furgonetas, después de que la capital fuera testigo este año de atentados que causaron decenas de víctimas mortales.

La cita electoral tiene lugar casi un año después de las elecciones parlamentarias de octubre, celebradas entre acusaciones de fraude y violencia, y también en esta ocasión la posibilidad de grandes atentados es muy real.

Los talibanes sostienen que los comicios son una farsa orquestada por Estados Unidos y se oponen a su celebración.

Durante la campaña electoral que arrancó a finales del pasado julio, la formación insurgente llevó a cabo varios ataques como el del pasado 17 de septiembre durante un acto de Ghani, que acabó con la vida de al menos 30 personas e hirió a otras 51.

El portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, calificó ayer las elecciones de "falso proceso de los invasores americanos y sus serviles esclavos" y prometió detenerlas "con ataques a todas las fuerzas de seguridad y a los centros y oficinas de este espectáculo".

La Misión de la ONU en Afganistán (Unama) denunció ayer el "menosprecio hacia la vida civil" mostrado por ambas partes del conflicto en la nación asiática en las últimas semanas.

Además de los ataques talibanes, la semana pasada se denunció la muerte de al menos 25 personas en un bombardeo de Estados Unidos en Afganistán y el pasado lunes al menos 40 civiles fallecieron en otras dos operaciones aéreas.

El gobierno que resulte elegido deberá hacer frente a la posibilidad de que las tropas de Estados Unidos abandonen el país.

Washington y los talibanes han mantenido nueve rondas de negociaciones desde hace más de un año en Qatar, y ambas partes habían alcanzado un borrador de acuerdo cuando el presidente Donald Trump decidió a principios de mes suspender las negociaciones con los insurgentes debido a la muerte de un soldado norteamericano.

Analistas y figuras políticas afganas como el ex presidente Hamid Karzai alertaron que los comicios podrían dar lugar a un gobierno debilitado ante las acusaciones de fraude de los candidatos perdedores, como ya ocurrió en otras ocasiones en el país.