El movimiento habitual del verano, con salidas al río, escapadas a la costa y tiempo de descanso deriva en cambios de hábitos. De todo tipo: se cambia la rutina, la alimentación, hay mayor exposición al sol y al aire libre, todas circunstancias que son buenas pero pueden desencadenar alergias.

Si sos alérgico a los ácaros, no comas mariscos

La ingesta de mariscos, camarones y langostinos es una de las prácticas que se incrementa en verano, a veces sin considerar que en un porcentaje de pacientes con alergia a ácaros les van a desencadenar reacciones alérgicas, fundamentalmente urticaria y angioedema. Ello se debe a que esos moluscos comparten con los ácaros algunas proteínas, de modo tal que los pacientes con alergias respiratorias al ingerir camarones o langostinos en muchos casos tienen reacciones alérgicas cutáneas. No les ocurre a todos ellos, solamente a un porcentaje pero debe ser tenido en cuenta porque suele repetirse.

Urticaria, un clásico del verano

Durante el verano hay más aparición de casos de urticaria y en particular de algunas urticarias físicas que son reacciones alérgicas que se desencadenan frente a un estímulo como, por ejemplo, el calor, el frío o la presión. La urticaria por frío en particular es mucho más severa durante los meses de verano y se manifiesta generalmente con una reacción urticariana, a veces, incluso con pérdida de conocimiento en pacientes que se han expuesto al agua fría en un día de calor.

La exposición al sol

Con respecto a la exposición al sol, algunas personas con alergias cutáneas de base suelen empeorar si sufren quemaduras solares pero también existen las fotoalergias o las fito-fotoalergias que son reacciones alérgicas que se desencadenan después de una exposición solar las cuales muchas veces requieren la colaboración, la ayuda de algún tipo de savia. Es decir, es muy común que luego del contacto con la savia de la ruda, si la persona se expone a la luz solar, le produzca una dermatitis con ampollas que se parece mucho a una quemadura. Es una situación frecuente y no es la ruda la única que puede desencadenarla, por eso merece una llamada de atención para los médicos y los padres.

Los insectos también salen más

Otra situación habitual en la temporada estival son las reacciones alérgicas a picaduras de insectos y esta reacción puede ser de distintos tipos. Las más comunes son las llamadas reacciones locales exageradas que son ronchas más grandes, dolorosas y duraderas que se ven sobre todo cuando niños pequeños con alergia de base que son picados por mosquitos y en algunos casos, son motivo de preocupación si las picaduras son muchas, o si son en la cara, en los párpados o en las orejas. Sin embargo, no implican un riesgo mayor. El peligro está dado por las reacciones alérgicas sistémicas a picaduras de hormigas, abejas o avispas que en muchos casos van a producir reacciones de tipo anafiláctica que pueden costarle la vida al paciente que tiene ese tipo de alergia.

Es fundamental tener en cuenta que si luego de una picadura los síntomas exceden la reacción local, la persona debe ser evaluada por un profesional. Hay que recordar que estas reacciones sistémicas severas suelen repetirse ante nuevas picaduras, muchas veces con mayor severidad, y en general no desaparecen espontáneamente con el crecimiento, sólo se curan si reciben inmunoterapia con el veneno adecuado.

La severidad puede variar dependiendo de la zona donde el insecto pica, las más peligrosas son en las partes del cuerpo muy vascularizadas como, por ejemplo, la cabeza, los dedos, los labios o los genitales.

Los síntomas de reacciones graves por picaduras de insectos son: urticaria en grandes áreas del cuerpo; inflamación en la garganta o la lengua; dificultades para respirar, mareos, calambres, náusea o diarrea; y en casos extremos, una rápida caída de la presión arterial puede producir shock y pérdida del conocimiento.

Si una persona sufre alguno de estos síntomas después de una picadura de insecto, requiere tratamiento médico de urgencia inmediatamente. Luego de superado el episodio debe encararse un plan de manejo a largo plazo para prevenir en lo posible nuevos episodios o tratarlos rápida y eficazmente si se repiten.