La zona es una de las más exclusivas de la ciudad. Los alquileres son bastante más caros que en otros puntos geográficos. Ni hablar del monto que hay que desembolsar para adquirir una propiedad emplazada en medio de un coqueto bulevar y con el río Paraná de fondo. Los rosarinos la eligen para pasear, para hacer actividad física y para disfrutar de su amplia oferta gastronómica.

Pero ni la Rosario más rentable y codiciada pareciera salvarse de un delito que creció en los últimos años en muchos barrios: la usurpación de viviendas. Eso, al menos, es lo que denuncian residentes e inquilinos de un edificio de pasillo ubicado en Oroño 74 bis, entre Brown y Güemes.

Manifiestan con temor y preocupación que un departamento de la planta baja está ocupado ilegalmente desde hace tiempo por un grupo de personas que utiliza la vivienda como un “aguantadero”. La denuncia incluye ruidos a toda hora, destrozos, venta de drogas y escenas de violencia.

“La situación ya es insostenible. Hay inquilinos que decidieron abandonar el edifico por lo que está pasando. Se respira tensión y miedo. Somos rehenes de esta gente”, relató en diálogo con Rosarioplus.con José María Gambelín, abogado del consorcio.

La unidad tiene sentencia de remate por el incumplimiento del pago de las expensas, un monto cada vez más abultado por la acumulación de recibos. Quienes habitan el departamento recibieron más de veinte células de notificaciones para saldar la deuda y acreditar la titularidad del inmueble, pero no acudieron nunca a ninguna audiencia.

La historia de la usurpación, según relatan los vecinos, comenzó a hace dos años con el fallecimiento de los dueños, una pareja de ancianos. Una mujer joven ingresó al poco tiempo al departamento con un manojo de llaves. Se presentó ante la administradora como “la hija” de los propietarios.

El lugar, con el correr de los meses, empezó a ser habitado por más gente. “Hay algunos trapitos de la zona que a la noche entran y salen. Convirtieron el departamento en un aguantadero. Se han adueñado de la planta baja. Como es interno en la calle no se escucha el descontrol”, denuncian los vecinos.

Quienes se animan a hablar no quieren dar sus nombres por temor a alguna represalia. Muchos ya fueron amenazados en medio de las quejas. Las reuniones del consorcio se suspendieron. Las catarsis son todas a escondidas.  

“Por suerte ya hay una sentencia de remate que tiene asignado un martillero. Se hicieron todos los pasos legales para que se pongan al día con las expensas y para que demuestren la titularidad del inmueble. La respuesta de ellos siempre es la prepotencia”, detalló Gambelín.

Los vecinos relatan que el año pasado uno de los moradores de este departamento cayó detenido por robo. Lo atraparon tras atracar un almacén de Salta e Italia. Quedó filmado en las cámaras de seguridad. La policía lo detuvo en pleno bulevar. El muchacho negó la acusación, se identificó como cuidacoche y dijo estar domiciliado en Oroño 74 bis. El caso salió en los medios locales.

La apropiación del patio común del edificio y una nueva rotura de los vidrios de la puerta de ingreso –el seguro no se quiere hacer cargo de la reposición ante la reiteración de los pedidos de arreglo-- fueron los últimos episodios que “rebasaron el vaso”. “En estos días un inquilino pidió rescindir el contrato y se marchó. Me dijo que así no se podía vivir”, agregó Gambelín.

Tal es el temor que se respira en Oroño 74 bis, que las puertas de las viviendas vacías fueron “enrejadas” para evitar nuevas usurpaciones. “Estamos viviendo una verdadera película de terror”, coinciden indignados todos los vecinos.