La discusión acalorada, con piedrazos y baldosas de por medio, agitó una esquina céntrica de la ciudad a media mañana. Pero el bullicio abrió una hendija al submundo que se esconde detrás de coquetas construcciones.

Los protagonistas de tamaña pelea: una pareja a bordo de un BMW. Ella, vestida con joggins y sin dejar de fumar pretendía viajar a Buenos Aires con su pequeña hija, él decía que así drogada, no, que te quedás y listo. Grito va piedra viene, agentes de la GUM comprobaron que el automóvil estaba flojo de papeles y decidieron remitirlo al corralón para descomprimir la situación. Entonces, visiblemente alterada, la mujer se subió al techo del auto y se quedó una hora reteniéndolo, sin escuchar a los agentes que, de todas las formas posibles, intentaban hacerla desistir. Para cuando llegamos los medios de comunicación, una nena lloraba en la vereda sin entender nada, sintiendo que su mamá había perdido el control por completo.

Dorrego y Montevideo era la esquina. Con el correr de los minutos la exposición mediática hizo desistir a la mujer de esa resistencia. Descendió del auto y comenzó a caminar.  En la esquina su supuesta pareja, un hombre de su misma edad (treinta y tantos), comenzó a gritarle. Ella respondió y un grupo de agentes logró separarlos cuando volvían a agredirse ante la mirada impávida, incómoda de abogados, leguleyos y transeúntes que pasaban por el lugar.

Mientras algunos agentes escuchaban las justificaciones del hombre, la chica siguió unos metros hasta sentarse en el escalón de ingreso a un edificio de Dorrego al 1600, donde un mujer policía comenzó a contenerla. “Yo no trabajo haciendo lo mismo que vos, pero tuve una vida difícil. Si él te pega hace la denuncia”, la aconsejaba con calma.

Pronto los propios agentes policiales filtraron el dato. La protagonista de los incidentes trabaja en un privado (un departamento céntrico que hace las veces de puticlub) de los tantos que existen en el centro de la ciudad y el hombre con el que discutía era (es) el proxeneta ¿Un privado a media cuadra de la fiscalía? Sí, me dijeron con cara de “avivate”. “O vos te pensás que los clientes son marginales? La chica conduce un BMW…”.

La violencia, con estupefacientes de por medio, visibilizaba ese sucucho en el que ella y otras mujeres son sometidas sistemáticamente desde hace tiempo. El suficiente para que los agentes públicos lo conozcan e identifiquen. La asociación Marita Verón denuncia que la proliferación de los departamentos en donde las mujeres se prostituyen clandestinamente es una preocupación constante de la que nadie se ocupa. Como si con la ley que prohibe los prostíbulos se hubieran erradicado realmente el proxenetismo o la trata en Rosario

Está claro que no. No sólo en la zona de la Terminal pueden verse prostíbulos abiertos a toda hora. También a la vuelta de los Tribunales hay por lo menos uno, en el interior de un edificio que esconde quién sabe cuanta violencia, abuso e injusticia, que expuso por error una mujer en medio de un ataque de nervios, en una mañana para el olvido. Todo culminó cuando la chica ingreso a buscar sus pertenencias y nunca más bajó. Minutos después el hombre ingreso al mismo edificio, enfurecido. No está claro lo que sucedió después, pero es fácil imaginarlo. Pensarlo solamente aún me revuelve las tripas. Sobre todo porque poco a poco todos se fueron yendo. Y la esquina del Ministerio Público de la Acusación volvió a ser una coqueta intersección sin fisuras, donde no ha pasado nada.