“¡Barbijos sí, y no se discute más!, dicen algunos gobernantes”. “¡Barbijos... de ninguna manera, rotundamente no!”, exclaman otros. Ambos bandos aseguran, sin temor a equivocarse, estar científicamente avalados, asesorados por sus equipos de “expertos”, como se llama ahora a los médicos que hacen las veces de asesores gubernamentales.

Bien. Vamos al asunto. Este artículo viene a cuento de analizar el poder comunicacional del barbijo. En Argentina, durante el día de ayer, la palabra “barbijo” se reprodujo a un promedio de una vez cada 12 segundos en Twitter,  y en los cuadros comparativos de Google, las búsquedas evolucionaron de la forma que representa la siguiente gráfica durante los últimos 7 días (con rojo la palabra “alcohol” y la azul la palabra “barbijo”):

Hace pocas semanas, hasta la OMS puede haber incurrido en un error de comunicación al asegurar que eran prácticamente inútiles pero, lentamente, se van acallando las voces y sea como sea, en este mundo líquido y de redes digitales entremezcladas en el que actualmente nos toca vivir -más que nunca en la historia-, la realidad es que día a día el barbijo se empieza a levantar de entre un mar de refutadores (y ex refutadores), como la gran estrella anti Coronavirus.

La primera gran barrera para el virus es el encierro, no salir a la calle. La segunda es, si es que hay que salir a la calle, el distanciamiento social: dos metros de distancia. En tercer lugar llega recién el amigo que nos ocupa. Pero si es el tercero, ¿por qué tiene más prensa que las otras dos? ¿Por qué tantos videos en la red habla de él?  Por qué tanto debate y panquequeo al respecto? 

Desde mi humilde opinión -soy comunicador, no médico-  hay una multiplicidad de factores que van a determinar la suerte del uso del barbijo, al menos en el plano de la batalla por el sentido común de los diferentes pueblos del mundo. Vamos a ver:

  1. El aislamiento social, es decir, quedarse encerrados, es sin dudas el más efectivo de los remedios, ¿pero cuánto puede soportarse? Hay que salir a comprar comida, a la farmacia, a sacar el perro y, en muchas casos, en contra de toda ley y sentido de la solidaridad, hay que salir a ventilar un rato. Sin dejar de pensar que en algún momento habrá que volver a trabajar y quién sabe si en ese momento ya exista una vacuna o remedio eficiente.
  2. Este punto presupone que falló el punto uno. Dos sujetos están en la calle y aceptan tomar como recaudos separarse a dos metros de distancia: perdiste Corona. Bueno, pero seamos sinceros ¿siempre es posible respetar esta distancia?

  3. Y aquí llega nuestro Superman, nuestro Goico del mundial del 90. Tenemos hambre, vamos por comida, hay que salir para ir al super. LLegamos y la cola da vuelta en la esquina. Todas las barreras han caído (puntos uno y dos) y lo último que nos queda es que quien nos está vendiendo esas hermosas berenjenas, que no puede revolearlas desde dos metros de distancia y embocarlas en nuestra cesta, tenga al menos la decencia de no esputarnos micro gotas de 5 micras cargadas con partículas de covid19 en alguna de nuestras membranas conjuntivas. Solución: “¡Verdulero, amigo, póngase un barbijo!”. A lo que el vendedor de hortalizas y frutas responderá: “usted también póngase uno”.

 

Un posible escenario de nuestro país en los próximos días es que, mal que les pese a los que aún resisten, todas y todos tengamos que tener un barbijo puesto cada vez que salimos a la calle. Ya sea por convencimiento propio o por temor a la mirada de los otros “barbijudos” que posiblemente tengamos que soportar. No soy Nostradamus, es lo que ya está pasando y pasó en otros países que fueron más rápido que nosotros en el proceso de su implementación.

 

Desde el lado de la comunicación digital efectiva, la que se difunde rápidamente por las redes, se presenta también como un excelente producto. Es la única de las soluciones que, por un lado sirve para proteger al otro (nos convierte en héroes, como Mascherano) y permite apelar a una comunicación en la cual todo es más simple: “ayudame a ayudar”, “nos cuidamos juntos”, “yo te cuido para que vos me cuides”, son algunos de los slogans que se vienen. En las próximas horas se comenzarán a ver, seguramente, decenas de instructivos sobre cómo fabricar barbijos en casa, cómo ponérselos, cómo quitárselos y hasta cómo hacer que combine con la ropa que llevamos puesta. 

¿Llegamos tarde en Argentina? No lo sé. Repito que no soy médico. Las autoridades argentinas se basaron, según explicaron, en estudios de la OMS para definir que el uso del barbijo sólo era necesario en nosocomios. 

De todos modos, como decía el Pocho, la “única verdad es la realidad”, y tal y como viene el asunto, me arriesgo a decir que la figura “barbijo” será -lo siento por el alcohol en gel y el papel higiénico- en materia de insumo anti Corona, la vedette de los titulares de los tiempos que están llegando. ¿De dónde se desprende la conjetura? Bueno, de una simple lectura: si a cualquier vecino le explican que algo puede ser útil o inútil, pero no negativo, y que en una de esas puede salvarle la vida, ¿que se creen que va a hacer el vecino?

Los que trabajamos de estudiar procesos comunicacionales en red vemos estos fenómenos muy a menudo. Estructuras verticales tratando de desmentir cuestiones que la población ya da por verídicas porque la red le acercó información que llega desde lugares lejanos en modalidades de mensajes virales y muchas veces reforzadas por el hecho de que los emisarios son sus afectos o conocidos. Es lo que solemos llamar: un mundo pequeño, a la hora de estudiar redes distribuidas. Siempre que una red vertical confronta contra una red distribuida, en materia de comunicación, triunfa la red distribuida. Es decir: el mensaje que baja unidireccionalmente no tiene prácticamente chances de vencer al rumor que se propaga horizontalmente.

Entonces, va un humilde consejo para políticos con ganas de recibir aplausos (¿todos?) y para sus encargados de comunicación, prepárense para explicar en memes y videos para sus redes cómo se hace para conseguir o fabricar barbijos. Su pueblo los amará. Y ojo, los videos deben ser virales, los barbijos todo lo contrario.

* Sebastián Lorenzo director de la consultora EVM Latam.