“Marcos, no viniste al final el viernes. Salió un asadazo. Éramos como quince al final”, soltó en una vereda de barrio Abasto un joven que esperaba ser atendido en la verdulería. El tal Marcos largó una explicación con lamento incluido. Así y todo, parecería tener revancha en breve: “Mirá que el sábado hacemos pollo al disco en la terraza. Vénganse con tu novia”, invitó sin reparos y mientras el resto de la cola escuchaba incrédulo.

Ese relato, tan inverosímil como real, sirve para evidenciar el relax que se empezó a manejar en las últimas semanas en Rosario. Las salidas a escondidas a casas de familiares o amigos distanciados desde hace dos meses, si es que se cumplió a rajatabla el aislamiento, empezaron a soltarse de a poco. Son una suerte de "autopermitidos" que no corresponden bajo ningún punto de vista realizar. 

La ruptura de la cuarentena encuentra excusas en el presunto cuidado entre familiares o amigos, y en que el encuentro se realiza entre quienes no tienen síntomas. Justamente es el razonamiento que los especialistas rechazan. 

Roberto tiene a sus padres en un pueblo a una hora de viaje de Rosario. El fin de semana pasado agarró el auto y se fue junto a su esposa e hija. “Están grandes, pasamos unas horas más que nada para darles un poco de ánimo a los viejos”. La adolescente se quedó para hacerle compañía a sus abuelos hasta que en dos semanas la vuelvan a buscar, reunión por medio, claro.

La consigna común es simple: nada de fotos, ni publicaciones en redes sociales, ni comentarios más allá de ese círculo clandestino. “Amigo, estoy en lo de Mariano. ¿Comemos algo los tres?”, preguntaba un mensaje de Whatsapp acompañado del emoticón que pide silencio. El destinatario no anduvo con vueltas y le respondió: “No da, hay que guardarse todavía”.

Sofía cumplió tres años en la semana y el domingo sus padres la llevaron a lo de su abuela a quien no veía desde hacía dos meses, más que a través de alguna que otra videollamada. Se sumó su tía y hasta cantaron el feliz cumpleaños, pero despacio para no alertar a los vecinos y lo confundan con un superfestejo. Es que las líneas para denunciar la violación de cuarentena siguen vigentes..

La distancia social es casi imposible de mantener a lo largo de unas cuantas horas y sobre todo en una mesa de varios integrantes. Los besos y abrazos pueden evitarse, pero en algún momento el contacto existirá.

“Vamos a retomar las prácticas habituales, pero en un tiempo largo. De reuniones, olvidarse”, avisó la secretaria de Salud, Sonia Martorano. Pero no alcanza para que muchos flexibilicen por la suya este tipo de salidas a un domicilio amigo. Los especialistas son concretos: más de cinco personas reunidas, sin distanciamiento social, en un ambiente cerrado, por más de 10 minutos aumenta el riesgo de contagio. Hablar de un asado durante horas, más.

Lo cierto es que el encierro y distanciamiento familiar y de amistades empieza a pesar. La sensación de que hace un siglo del comienzo de la cuarentena es natural y más aún si se repasan los días en que no se tiene contacto con las personas cercanas. Pero lo mejor es aguantar para no retroceder en las fases y terminar dilatando, justamente, los encuentros que tanto se anhelan.