Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte (recupere el aire y seguimos) murió el 17 de Junio de 1821 en Cañada de la Horqueta, Salta. Este feriado por el Día Nacional de la Libertad Latinoamericana, de carácter nacional recién desde el año 2016, es por él. “¿Quién fue Güemes?” es una pregunta que todavía hoy resuena en algunas zonas del país.

En el norte es un héroe indiscutido, y para los que gustamos de leer y enseñar la historia, también. Pero...¿para el resto del suelo argentino? ¿Por qué San Martín y Belgrano sí, y Güemes no? Y digo esto porque si hablamos de Güemes estamos hablando de alguien que puede sentarse tranquilamente en la mesa de San Martín y Belgrano.

No es exagerada la afirmación, fue una pieza clave para la independencia que mucho tiempo fue obviado por la historia "oficial", esa historia impuesta por Buenos Aires, esa historia que eligió olvidarlo (o, peor aún, minimizarlo) por ser un gaucho del interior, un héroe del populacho.

Como la historia no la escribe quien debe sino quien tiene el poder para hacerlo, es entendible que algún argentino del centro o el sur del país se pregunte aún hoy quién fue Güemes. Si estas líneas sirven para responder un poco esa pregunta, habremos hecho un lindo negocio. 

Miguel Martín de Güemes (haciéndola fácil y resumiéndole el nombre) nació el 8 de febrero de 1785 en Salta. Fue el segundo hijo del matrimonio de Gabriel de Güemes Montero (un español tesorero de la corona) y de María Magdalena de Goyechea y la Corte (jujeña, descendiente de la familia fundadora de Jujuy).

El niño Miguel creció sin sobresaltos en una familia que no se preocupaba por cómo llegar a fin de mes y a los 14 años abrazó las armas y pasó a formar parte del batallón Regimiento de Infantería de Buenos Aires con asiento en Salta. Su carrera militar lo llevó en 1805 a Buenos Aires y en 1806 protagonizó una verdadera hazaña en plena invasión inglesa: aprovechando una bajada del Río de la Plata y que la nave británica "Justine" había quedado varada, Güemes tomó el barco junto a otros soldados.

Anoten, si leen, señores del Guinness, que acá puede haber un récord: barcos tomados hubo muchos en la historia, pero barcos tomados a caballo…raro. La tropa de la cual Güemes formaba parte nadó con sus caballos varios metros desde la costa porteña hasta la nave, dando origen a un espectáculo que debió ser antológico. Ante la proeza, Santiago de Liniers, líder de la Reconquista de Buenos Aires, lo felicitó y, palmeándolo, vaticinó que Güemes llegaría lejos.

Miguel venía medio flojito de salud y por problemas respiratorios pidió licencia para volver a Salta, la que le fue concedida en 1808. Desde 1809 siguió con sus servicios militares por todo el norte y después de mayo de 1810 fue fundamental asistiendo al Ejército Auxiliar del Alto Perú (el llamado Ejército del Norte), ganándose no solo la fama de dominar las artes de las armas sino además la incondicionalidad de quienes luchaban a su lado, sus "gauchos".

Participando del Ejército del Norte forjó relación con Manuel Belgrano y José de San Martín. Con el creador de la bandera las cosas no empezaron bien porque Belgrano lo acusó de sobrepasarse con la esposa de un teniente y lo mandó a Buenos Aires a rendir cuentas por ello, pero todo terminaría bien: Güemes lo llamaba en sus cartas "mi amado compañero y amigo de todos mis afectos" y Belgrano se refería a él como "compañero y amigo querido". 

San Martín, quien sucedió a Belgrano en la jefatura del ejército, lo reconoció como "sumamente útil a la expedición auxiliadora del Perú" y escribió que admiraba "la intrepidez y el entusiasmo" con que los gauchos de Güemes se arrojaban "sobre las partidas enemigas sin temor del fuego de fusilería que estas hacían".

Ahí estaba la particularidad güemesiana: ataques quizás no tan organizados pero sorpresivos, muy certeros, rápidos y dañinos a tropas españolas que se encontraban en el Alto Perú y que buscaban colarse al territorio argentino por el norte. Güemes se la hacía tan difícil que el Virrey del Perú, José de La  Serna, al ver que sus soldados volvían con el rabo entre las piernas cada vez que enfrentaban a los gauchos de Miguel no tuvo otra que ofrecerle dinero  y títulos nobiliarios a cambio de que dejara despejado el norte.

"Decid al Virrey que, rico y noble por nacimiento, todo lo he sacrificado a la Patria, y que no hay para mí títulos de nobleza más gloriosos que el amor de mis soldados y la estimación de mis conciudadanos", contestó a uno de los ofrecimientos.

En 1815, ya reconocido en la zona y por pedido del pueblo salteño, fue nombrado Gobernador por el Cabildo de Salta. Sin embargo, no se durmió en la burocracia de los escritorios y siguió batallando durante años. Su obra, fue, sin lugar a dudas, el complemento perfecto para las operaciones libertadoras de San Martín en Chile y Perú.

Sin Güemes aguantando el avance de los realistas en el norte argentino y sin el debilitamiento y preocupación que sus gauchos le ocasionaban a las tropas españolas altoperuanas, la gesta sanmartiniana se hubiese complicado mucho.

Pero defender el norte argentino y combatir a los españoles subiendo por el Alto Perú era caro y Güemes ordenaba desde la gobernación diferentes impuestos que la clase alta salteña pagaba con la cara cada vez más larga. Esto lo volvió impopular, con acusaciones de tiranía.

Él mismo reconocía las difíciles situaciones a las que sometía a Salta en pro de la independencia y la libertad. Le relató a Belgrano: "No puedo por más tiempo disimular las urgentísimas necesidades que afligen a esta provincia  [que] no me representa más que un semblante de miseria, de lágrimas y de agonía. La Nación sabe cuántos y cuán grandes sacrificios tiene hechos la provincia de Salta en defensa de su idolatrada libertad (...). A costa de fatigas y de sangre [Salta] ha logrado que los demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego”.

En 1821, el poder económico salteño dijo “basta” y, a través del Cabildo, decidió deponer a Güemes de su cargo de Gobernador. Enterado de esto, Miguel, que andaba por sus campamentos militares fuera de Salta, fue a la ciudad y con sus tropas reestableció el orden rápidamente.

Todos esperaban que fuese implacable con los traidores pero sólo se limitó a aumentarle los impuestos y las contribuciones que debían hacer al tesoro salteño para así seguir financiando la guerra a los españoles. Sin embargo, cuando el poder económico redacta la sentencia, tarde o temprano la aplica. Algunos terratenientes salteños acordaron con el español José María “Barbucho” Valdés derrocar a Güemes de una vez por todas.

El 7 de Junio de 1821, Vald´s invadió la ciudad de Salta. Al escuchar disparos, Miguel, que estaba en casa de una hermana, consideró salir de la ciudad para organizar tropas y volver a enseñarles una vez más a los realistas quién era el que mandaba. Pero esta vez no se pudo, Güemes salió de la capital salteña con una herida de bala que diez días después le ocasionaría la muerte en un muy precario campamento montado en las afueras de la Salta, en Cañada de la Horqueta.

Aun así, Don Martín Miguel siguió siendo insoportable para los españoles. Sus gauchos, días después de su muerte, derrotaron a las tropas de Valdés. Se lo debían a su líder, al único general de las guerras de independencia que murió en combate, al Gobernador de Salta por aclamación popular, al colaborador fundamental de Belgrano y San Martín, al pibe que, como vaticinó Liniers, llegó lejos.

 

Del autor: Abogado. Docente de Historia Constitucional Argentina, Facultad de Derecho, UNR. @dehistoriasomos