Martín Monardes forma parte del grupo de 33 trabajadores que Cargill despidió a principio de año. La empresa le explicó que no era nada "personal", sino que se trataba de un simple "cambio de perfil" debido a que la firma necesitaba "empleados con otras características" para afrontar "los nuevos desafíos productivos". 

La explicación, como era de esperar, no convenció ni a Martín ni a ninguno de los operarios cesanteados. Desde el primer día sostuvieron que se trataba de un intento de disciplinamiento laboral. "Lo que se busca es modificar el convenio colectivo de trabajo, flexibilizando y precarizando a los trabajadores", plantearon los delegados con preocupación.

En 2017, Cargill tuvo una rentabilidad neta de 324.000 mil dólares por hora y 5.403 por minuto. Es una de las pocas compañías en el mundo con este extraordinario margen de ganancia. En Argentina, la empresa ocupó el primer lugar en el ranking de exportaciones. Embarcó 3,8 millones de toneladas de granos, un 25% más que 2016 y un 121% más que en 2015. "Este ajuste no cierra por ningún lado", denunció el sindicato aceitero.

Este jueves, la firma redobló la apuesta con una sorpresiva medida. Cuando los trabajadores intentaron ingresar a la planta de Villa Gobernador Gálvez a realizar sus tareas como cada mañana, se encontraron con las puertas cerradas y con un cartel que anunciaba el fin de las actividades de dicho establecimiento.

La decisión se tomó en respuesta a los paros intermitentes que realizan los trabajadores. La firma argumenta que no están dadas las condiciones de seguridad para que los motores se enciendan. Lo cierto es que, como mínimo, las puertas van a estar cerradas hasta el 10 de abril y los trabajadores no van a percibir sus haberes. 

"Hay más de 100 compañeros que hoy no pudieron entrar a trabajar. La medida afectó a todos los sectores. Es inaudito lo que está pasando. La empresa hace lo que quiere, juega con los trabajadores y se burla de todo el mundo", se quejó Monardes en diálogo con Rosarioplus.com. "Estamos hablando que por una decisión arbitraria y sin fundamentos no se van a pagar los días. ¿Alguien hará algo ante tanta impunidad?", preguntó.

Monardes explicó que nunca en la historia de la planta se cerraron las puertas con un cartel escrito a puño y letra. "Es otro baldazo de agua fría. Siempre denunciamos que los despidos no eran un problema puntual, que había algo más grande detrás. Todos los trabajadores estamos en riesgo. Es el efecto dominó que tanto temíamos", concluyó.