A falta de procedimientos cristalinos en el origen y de un currículum de los que a primera mirada infunden respeto, el ciclo de Lionel Scaloni al frente de la Selección Argentina se ha caracterizado por un in crescendo que sin dar para gastar a cuenta deja ver pilares ausentes desde hacía un buen tiempo, incluido el Mundial de Rusia.

Como es natural, aunque a veces omitido, la evaluación depende de una perspectiva general y en especial de en qué lugar fijemos la secuencia.

Si de lo que se trata es de pensar a la Selección como una primera potencia mundial que por portación de nombre ya dispone de un lugar de aspirante claro a coronar en Qatar 2022, pues no: estaríamos en el terreno de una mera ilusión.

Pero si se tratara, como se trata, de pensar a la Selección como a esa tierra arrasada sea en lo organizativo, sea en lo futbolístico, que padeció para llegar a Rusia y en Rusia fue lo que fue, entonces podríamos ejercer el derecho al optimismo y aceptar de buen grado que casi todo ha sido ganancia,

Aun cuando a Scaloni no se lo registre entre los mejores directores técnicos argentinos y aun cuando en el primer tramo de su gestión Argentina jugaba mucho mejor en las lecturas de las conferencias de prensa que en la cancha propiamente dicha.

Poco a poco, sin embargo, por el camino de una señal aquí y otra señal allá, un nombre propio, y otro, y otro, un par de partidos que dejaron buen sabor de boca, el horizonte se presentó más cordial.


En ese contexto, el contexto de un 2019 que concluyó con viento a favor, vayan algunas referencias:

Lo peor: las derrotas con Marruecos y Venezuela, el comienzo de la Copa América y el primer tiempo con Alemania, que pintaba para goleada de catástrofe.

Lo mejor: el gran partido se le hizo a Brasil en la semifinal de la Copa América, la convincente victoria frente a Chile en el partido por el tercer puesto y en los amistosos de fin de año los buenos momentos del cierre con Alemania (cuando del 0-2 quedó a nada de la remontada) y la imagen dejada ante Brasil y Uruguay.

Lo mejor II: la impronta de un equipo intenso en los modos y fuerte de la cabeza. Más allá de los sistemas, más allá de partidos flojos y circunstancias adversas, mantuvo un alto piso de compromiso, de entrega y de una cierta alegría en el competir.

Lo mejor III: una genuina renovación expresada en varios nombres propios que dan la talla con holgura. A la cabeza, Rodrigo De Paul, Lautaro Martínez y Marcos Acuña, más algunos que en poco tiempo han sembrado un buen margen de crédito, como Lucas Ocampos y Lucas Alario.


Dudas I: ¿es Leandro Paredes el mediocampista central ideal? A decir de Scaloni, desde luego que sí, pero incurre en una flagrante contradicción cuando observa que "marca bien, pero comete muchas faltas". Va de suyo que si Paredes comete muchas faltas… quiere decir que tan bien no marca.

Dudas II: el centro de la defensa. Sin grandes luminarias ni fracasos estrepitosos, esa zona dista de ofrecer garantías. Hasta el propio Nicolás Otamendi dejó ver blanduras insospechadas y recién a último momento, casi al cierre de la última ventana de la fecha FIFA, se pareció al experimentado de calidad que se supone que debería ser.

Dudas III: el lateral derecho. Es evidente que Juan Marcos Foyth goza de la preferencia del entrenador, pero pese a tener una técnica depurada el muchacho platense hoy en el Tottenham Hotspur carece del oficio indispensable para marcar por la raya, amén de su nociva tendencia a sobrar las jugadas. En ese puesto Gonzalo Montiel asoma como una alternativa plausible.


Dudas IV: la Selección Nacional sigue adeudando un mediocampista dúctil, con gol y jerarquía probada. Consta un nutrido grupo de prometedores, aceptables e incluso buenos. Entre los mejores del planeta, ninguno.

A la hora de las sumas y las restas, aprobado el examen y sumado el Efecto M (Lionel Messi de 32 abriles y refundada comunión con la casaca albiceleste), la Copa América 2020 y los primeros ocho partidos perfilan un terreno fértil.