Berlín. La dimisión de la selección de fútbol alemana del jugador de origen turco Mesut Özil, entre acusaciones de racismo, ha abierto varios debates en Alemania, que rebasan la esfera puramente deportiva.

El ministro de Exteriores, Heiko Maas, trató este lunes de restar trascendencia al debate diciendo que no cree que "el caso de un multimillonario que vive y trabaja en Inglaterra diga mucho sobre la integración de extranjeros en Alemania". 

Sin embargo, la discusión está abierta y muchos ven en el hecho de que Özil no se haya sentido lo suficientemente protegido contra ataques racistas como un símbolo alarmante. Özil, en los comienzos de su carrera fue, junto con otros jugadores hijos de inmigrantes, un símbolo de integración. Eran los años en que Alemania vivía una ola de apertura hacia los hijos de inmigrantes.

Durante los siete años de la coalición rojiverde (1998-2005), presidida por Gerhard Schröder, Alemania había dejado atrás el viejo ius sanguinis, según el cual. en principio, sólo los hijos de los alemanes son alemanes para abrirse a la idea de que todos los nacidos y crecidos en Alemania son alemanes. También, contra una fuerte oposición de la derecha conservadora, se relajó la prohibición de la doble nacionalidad para los hijos de extranjeros nacidos en el país. Se trataba de una apertura a la llamada sociedad multicultural, demonizada por parte de la derecha y vista como una utopía por buena parte de la izquierda.

La transformación también repercutió en el fútbol. En el equipo que ganó la Eurocopa sub21 en 2009, había, además de apellidos típicamente alemanes como Neuer, Hummels, Kroos o Wagner, nombres de hijos de inmigrantes como Jerome Boateng, Sami Khedira o Mesut Özil.

Özil, además, era el símbolo de la integración de la minoría turca, la más grande de Alemania. Otros turcos nacidos en Alemania, Nuri Sahin o los hermanos Halil y Hamid Altintop, habían optado por hacer su carrera internacional con la selección turca. Özil, en cambio, optó por Alemania, jugó 92 partidos con la camiseta de la selección y fue parte del equipo titular que conquistó el título del mundo en 2014.

El 8 de octubre de 2010, él fue la figura de Alemania en el triunfo por 3-0 ante Turquía en la eliminatoria para la Eurocopa y marcó el segundo gol, que no celebró por respeto a sus raíces. Al final del partido, la canciller Angela Merkel bajó al vestuario y de esa visita se conserva una foto en la que la jefa de Gobierno y Özil, en pantaloneta y sin camiseta, se estrechan la mano.

Desde el comienzo de la carrera internacional de Özil muchas cosas han cambiado en Alemania y en Turquía y en las relaciones germano-turcas. El surgimiento de Alternativa para Alemania (AfD), una agrupación de ultraderecha, es uno de los factores que ha hecho que el ambiente cambie. De otra parte, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan se ha convertido en una figura de identificación justamente para muchos turcos que viven en Alemania y que no se sienten aceptados por la sociedad mayoritaria. Al mismo tiempo, para otros, Erdogan se ha convertido ante todo en una figura que representa el deterioro de la democracia y la libertad de expresión y para sostener esa posición aluden a los periodistas presos en Turquía, algunos de ellos con pasaporte alemán. En esa constelación, no resulta sorprendente que la foto de Özil, y del también internacional alemán de origen turco Ilkay Gündogan, con Erdogan haya generado un revuelo de proporciones.

Özil, en su renuncia a seguir jugando con la selección alemana, se ha quejado ante todo de el debate degeneró en ataques racistas en su contra, de los que no se sintió suficientemente protegido por la Federación Alemana de Fútbol (DFB). Al presidente de la DFB, Reinhard Grindel, además, Özil le ha recordado que en sus tiempos de diputado de la Unión Cristianodemócrata (CDU) era un opositor a la doble nacionalidad y que consideraba la sociedad multicultural como un mito y una mentira.

 

EFE