A contramano de la leyenda de que para dirigir un plantel de River basta con decir "vayan y jueguen", Matías Biscay se corresponde con el perfil estudioso y metódico de su amigo Marcelo Gallardo y ambos garantizan el equipo preparado, sazonado y juramentado que el sábado próximo saltará a la cancha de la Bombonera.
Desde esa perspectiva pierde peso el hecho de que Gallardo esté reglamentariamente impedido de asistir al estadio e incluso de comunicarse con sus futbolistas por WhatsApp, Skype o aplicaciones similares.
"No tendré mucha semana, pero tengo mucho domingo", ironizaba Ángel Labruna cuando salía al cruce de quienes cuestionaban que diera poca entidad a la rutina de los entrenamientos y demás. 
En este caso específico, el de la final de ida de la Copa Libertadores, bien cabe deducir que Gallardo tendrá mucha semana y poco sábado, por cuanto ese día las riendas quedarán en manos de Biscay, su ayudante de campo principal y quien a guisa de circunstancias análogas ejerció la dirección técnica la gloriosa noche de 2015, en el Monumental, con Tigres de Monterrey. 
En rigor son seis los partidos que registra Biscay como DT principal del club Millonario, con cuatro triunfos y dos empates, siempre en sustitución de Gallardo, amigo desde las horas adolescentes y con quien comparte una visión global del fútbol en tanto juego y una dedicación ajena a restricciones horarias.
Nacido en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 5 de marzo de 1974, número 5 por vocación y a veces central por obligación, Biscay hizo las divisiones menores en River y tras un puñado de partidos se incorporó a Huracán y más tarde vistió las camisetas de Lugano de Suiza y Compostela de España.
Una agresión a un árbitro y la consabida suspensión aceleraron su despedida del fútbol activo y consumaron la ironía, puesto que su padre, Juan Carlos Biscay, había sido juez de Primera División.
De hecho, Matías Biscay hizo el curso de formación para árbitros, pero también el de director técnico, una cosa llevó a la otra, no bien colgó los botines Gallardo propuso que fuera uno de sus ayudantes directos y así recorrieron la etapa bautismal en Nacional de Montevideo.
"Matías es serio, riguroso, obsesivo, diría, aunque a él no le gustaría saber que yo digo esto", dice, mitad en broma, mitad en serio, el padre del entrenador que River llevará a la primera Superfinal de la Libertadores.
Amante de los laberintos de la táctica y la estrategia, detallista al máximo, Biscay ha valorado de forma especial sus horas como jugador de la Reserva de River, donde el técnico de entonces, Alejandro Sabella, supo sorprenderlo y enriquecerlo por conocimientos e inquietudes que trascendían las medidas de la cancha.
Hoy ya mano derecha de Gallardo, es de los que entienden que amén de contribuir al crecimiento técnico de cada jugador el conductor del plantel debe de apuntalarlos desde el rol del docente y, si se quiere, del pedagogo. 
Dice la leyenda que en aquel Superclásico jugado bajo un diluvio fue el propio Biscay quien sugirió a Gallardo que mandara de centrodelantero al defensor Germán Pezzella… y Pezzella empató con un golpe de cabeza.
Minucioso, detallista, frío y agudo, Biscay es ese hombre celoso de su bajo perfil al que si el sábado River se llevara un buen resultado de la Bombonera, mucho hinchas, y con razón, se sentirán tentados de premiar con el rótulo de "héroe accidental".

 

Télam