Como en cualquier peluquería, los restos de pelo se amontonan, las charlas se intercalan con un café, alguna factura y el sonido de las tijeras. La gran diferencia está en el escenario y el objetivo. En el centro de la plaza Pringles, la prioridad no es darse un mimo o lucir más atractivo sino donar cabello a una buena causa: los chicos que tienen cáncer en la ciudad.

Este miércoles por la mañana decenas de personas, mayoría de mujeres, llegaban hasta el microcentro para recibir un corte gratuito de un peluquero profesional y ofrecer el cabello a la Fundación Argentina OncoHematológica Pediátrica (Fahop). Después de pasar por las manos expertas de Stella Maris García y su hijo Gustavo Durán, esos mechones se convertirán en pelucas que serán entregadas a los menores que sufren las consecuencias de las sesiones de quimioterapia, que genera caída del cabello como efecto secundario.

Lejos del drama

Alejandra, una joven que este miércoles se acercó a donar cabello, cuenta a Rosarioplus.com que la motivó el interés por combatir el cáncer. La mujer está sentada en una de las 12 sillas dispuestas, cual salón de belleza pero sin espejo, en el centro de la plaza. Cada una tiene al menos un peluquero al lado, quien se toma el tiempo de cortar por mechones y luego arreglar las puntas y el peinado.

Alejandra es investigadora de Conicet y trabaja analizando el comportamiento de los vegetales, pero eso podría modificarse en breve. “Hace tiempo que sigo a la fundación. Tengo ganas de cambiar de rama de estudio y poder ayudar a saber cómo combatirlo”, señala la mujer y entrega seis mechones de pelo castaño claro a la organización.

Al instante, los organizadores agradecen el gesto de la donación y devuelven un plantín. “Por suerte me vuelve a crecer así que no es tan dramático. No sé cuántos hombres lo harían”, analiza la investigadora, quien mantiene después del corte el pelo a altura de la pera. Acto seguido, se apura a donar sangre en otra silla. Es que la Secretaría de Salud municipal también se sumó a la jornada solidaria y agregó la posibilidad de donar sangre e incluso ser donante de médula ósea. Cerca de las 11, cuando los peluqueros cortaban sin descanso, ya no había más capacidad para procurar sangre. Demasiada solidaridad. El mejor problema.

El arte de unir mechones

Stella Maris García recibe los mechones atados con banditas elásticas y los acomoda en uno de los bancos de la plaza. Azabache, castaño oscuro, rubio, con tintura o sin tintura, ondulados y lacios se acomodan en menos de un metro del mantel blanco que cubre el banco. “Vamos a poder hacer mucho. A diferencia de las donaciones que hemos recibido antes, donde la gente se cortaba el pelo juntándolo en una cola, el sistema de mechón permite que se pierda menos en el camino”, explica la mujer, quien aprendió a confeccionar las pelucas hace décadas, pero se sumó hace años a la fundación porque un caso de cáncer la tocó de cerca.

El próximo paso en la producción artesanal será peinar y unificar la medida del pelo. “Siempre queda un 30 por ciento y se necesita al menos un kilo para hacer una peluca para niños. Luego lo teñimos para que quede de un mismo color y tardamos entre una semana y 15 días por cada una”, agrega y acomoda los mechones de 20 centímetros de una chica de 8 años que acaba de donar. De acuerdo con García, la gran diferencia de hacer pelucas con cabello humano es que dan aspecto natural y pueden ser tratadas del mismo modo que cualquiera: cremas y demás tratamientos.

Pensar en los demás

Rocío, de 45 años, cuenta que le detectaron quistes y se asustó porque los resultados de la biopsia no fueron concluyentes. “Finalmente no pasó nada, pero fue una sensación muy fea pensar en cómo iba a cambiar mi salud si la peleaba. En un chico debe ser terrible”, sostiene la mujer. A su lado, Miguela, otra joven que se está cortando el pelo explica: “Atamos mucho de la autoestima al pelo y la apariencia. Cuando sos más grande podés pensar si eso está bien o se puede relativizar. Cuando sos más chico es más difícil”.