Rodo tiene setenta años y quiere vivir, pero todos los estudios le dan mal. Octavio tiene cuarenta y se quiere morir, pero la salud es lo único que le anda bien. Rodo y Octavio son padre e hijo y ya no tienen nada que ver, pero por primera vez en sus vidas tendrán que ponerse de acuerdo, pero meterán el zoom en la llaga, con 12 rounds de reproches para reírse, emocionarse y pensar.

Este jueves se podrá ver la primera obra teatral de manera virtual a través de la plataforma Zoom, en vivo desde los hogares, en una disruptiva propuesta teatral y tecnológica que rompe con las barreras del escenario, y lejos del video teatro grabado y del show por streaming, promueve la sensación de cada espectador de ser partícipe de las escenas que se suceden, en la conversación virtual entre un padre y un hijo que viven a miles de kilómetros (y de diferencias) uno del otro.

“Un problema de distancia” es una obra completamente rosarina, escrita y dirigida por Sebastián Villar Rojas, y con las actuaciones de Julio Chianetta y Juan Biselli.

Esta comedia dramática que reformula los estándares del teatro en plena pandemia, tiene una duración de 60 minutos, el costo de la entrada es de 300 pesos. Se puede obtener la entrada: llenando un formulario online escribiendo al correo electrónico unproblemadedistanciateatro@gmail.com con el asunto “Entradas”, por mensaje en la Fan Page de Facebook: Un-problema-de-distancia ó de Instagram: @unproblemadedistancia.

Tras inscribirse y adquirir la entrada, se recibirá un correo de confirmación con la invitación a la sesión de Zoom y recomendaciones para disfrutar al máximo de esta experiencia, que será a las 20.30 del jueves.

El escritor, dramaturgo y director teatral Villar Rojas dialogó con Rosarioplus.com sobre esta original nueva obra, para conocer sobre su elección de esta plataforma virtual y la temática.

Rosarioplus: - En obras anteriores tuyas como Gioconda: viaje al interior de una mirada, se veía algo similar de cruzar las artes visuales, escénicas y la tecnología. ¿Por qué este interés que ahora se redobla con el Zoom?

Villar Rojas: -Efectivamente las experiencias previas han trazado un camino de atrevimientos tecnológicos. Le vas perdiendo el miedo a medida que te animás a hacer y vas encontrando gente copada que te da una mano.

La obra responde a una convocatoria de la Diplomatura en Dramaturgia de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Londres para escribir textos que pudieran representarse a través de plataformas de videoconferencia. Ésta y otras obras seleccionadas fueron traducidas al inglés y están siendo representadas de la misma forma (por Zoom) en Inglaterra. Ese fue el impulso inicial.

RP: -¿En qué te inspiraste para pensar esta historia de padre e hijo?

VR: - La inspiración nace de la necesidad de narrar el presente, de explorar cómo las personas se las arreglan para pilotear sus vidas en una crisis pandémica que lo ha trastocado todo y que exigiría las habilidades y capacidad de Dioses, no de humanos frágiles y llenos de limitaciones.

Durante la pandemia escuché muchísimos discos de los ‘60 y ‘70 subidos a YouTube, y en los comentarios estaba lleno de gente melancólica añorando el momento de su juventud en el que fueron felices con esos discos. Uno de esos comentarios decía "mi mujer me dejó, mi gato se murió, me quedé sin trabajo y mañana me echan de mi casa, pero al menos tengo este disco". Otro le respondió: "Que mal, amigo. Yo estaba igual que vos, sumado a que mi padre se estaba cavando una tumba a fuerza de alcohol. Pero salí adelante, no aflojes, todo pasa.

"Listo dije, en la suma de estos dos tipos hay una historia”. El resto fue sentarme a escribir sin parar. Escribí la obra en tres horas y la pulí en una semana. Convoqué a dos de los mejores actores rosarinos y después de la primera lectura por Zoom hice ajustes: llevé la discusión entre ese padre y ese hijo al límite, transformé su conversación en un match de box de 60 minutos. Los actores, su talento y su valentía, me permitió empujar más allá.

En relación con los juegos entre lenguajes, me gusta trabajar en la frontera, siempre digo que soy artísticamente no binarie, pero estaría mejor decir que soy fronterizo, intento asediar los campos desde los bordes, como un migrante que clama por obtener su ciudadanía, o como un palestino que es prófugo en su propio territorio. La ambigüedad ontológica me gusta porque estimula la reflexión: ¿Es o no es teatro? ¿es o no es cine?, etc. Me encantan esas preguntas y todo el pensamiento que desencadenan.

RP: -¿Cómo surgió la idea de transformar el escenario en un Zoom como un panóptico virtual, rompiendo con la cuarta pared?

VR: -Sobre el escenario que plantea el Zoom: es el encuadre. El escenario está dado por el encuadre, que tiene un adentro y un off, un afuera, un fuera de escena. Si el actor sale de encuadre, es como si se fuera tras bambalinas. La similitud es notable. Para los actores es muy fuerte el hecho de estar muy restringidos en sus movimientos, pero eso les da una enorme implosividad, una economía del gesto, de la acción y una densidad energética en la quietud que les permite alcanzar una temperatura de actuación muy alta, un cuerpo de voz profundo, siendo la única herramienta plenamente liberada para canalizar todo su mundo expresivo.

La idea de trabajar con esa obstrucción me fascinaba: el Zoom me permitía hacer una apuesta muy fuerte por la palabra, por el desarrollo del vínculo de los personajes a través de la conversación. A lo que asistimos es a una guerra verbal entre dos hombres que en la distancia tienen la posibilidad de, por primera vez, decirse todo en la cara, gracias al Zoom, porque no hay adonde huir, el encierro y la crisis de la pandemia los puso entre la espada y la pared. Como nunca, tienen que escuchar al otro, y atreverse a responder. Es ahora o nunca. A eso, lxs espectadorxs asisten como voyeurs privilegiados. Mi deseo era llevar el naturalismo hasta sus últimas consecuencias, para intensificar ese morbo de  sentirse espiando. Realmente ésta es la clave de la puesta: hiperrealismo para voyeurs. Que en un momento te preguntes: ¿Esto es ficción o realidad?