Cuando tenía 43 años, Benjamin Schreiber fue sentenciado a cadena perpetua sin libertad condicional tras haber sido hallado culpable de matar a golpes a un hombre en 1997 y tirar el cuerpo sin vida en un remolque abandonado. Ahora su caso abrió el debate en Estados Unidos por las razones menos pensadas.

En marzo de 2015, el ahora prisionero cayó inconsciente y fue trasladado de urgencia al hospital. Schreiber tenía una grave intoxicación séptica y había desarrollado serios problemas renales. Finalmente, los médicos lograron devolverlo a la vida administrándole distintas drogas.

En abril de 2018, el preso solicitó el fin de su condena y señaló que luego de ser resucitado estaba encarcelado de manera ilegal porque su sentencia de cadena perpetua terminaba con la muerte, la cual ya había ocurrido en 2015 cuando su corazón se detuvo. ¿Tiene sentido, no?

Bueno, para el Tribunal de Apelaciones no lo tiene. Dictaminó que el hecho de que Schreiber pudo presentar una moción legal solicitando su liberación, "en sí mismo confirma el estado actual del peticionario como vivo". Por cierto, en su apelación, Schreiber también había argumentado que los médicos violaron sus derechos al no seguir su orden de “no resucitar” cuando lo sacaron del borde de la muerte.

Seguí participando, Schreiber.