"Aquí estamos finalmente. Estamos seguros de que será una noche inolvidable".

Mario Alsina tiene 86 años y unas ganas locas de ver a los Rolling Stones. Él representa a la primera generación de espectadores que llegó hasta la Ciudad Deportiva de La Habana. “Somos tres generaciones las que estamos acá”, dice el jubilado que dedicó toda su vida a levantar casas, ladrillo por ladrillo.

“¿Y cómo anda Argentina?”, pregunta el hombre interrumpiendo la entrevista. Ya es el tercer entrevistado que no me deja preguntar y que se preocupa por la situación de nuestro país. Trato de ser cortés para no irme de tema. El tema son los Stones y me interesa reflejar los rostros del público, el híbrido, el mestizaje, los pibes y los abuelos. Pero Mario, antes de ver a los Stones, insiste con Argentina: “Los cubanos revolucionarios vemos a Macri como a un retroceso”.

- ¿El concierto de los Stones hubiera sido imposible de imaginar quince años atrás?

- Toda la vida tiene sus etapas. Y esta etapa es muy buena. El país está mejorando mucho. Yo igual sigo pensando que el capitalismo será siempre capitalismo: opresor de los pueblos. El socialismo será la solución de la humanidad. El imperialismo es muy cruel. Se invierte más en armamento que en cuestiones sociales.

El viejo Mario acepta el icono del rock, el show, el festival de las luces y la muchedumbre. Pero no cambia de ideas. Posa para la foto y hace la “V” de Victoria. Antes de irme vuelve a preguntarme: ¿Y usted que piensa de Macri? Yo lo saludo y sigo caminando entre la gente, buscando los rostros reales del “Yo estuve aquí”. Porque cuando pasen los años, la décadas, y se sabrá la real realidad sobre el impacto de los procesos políticos, económicos y culturales, el millón de personas que estuvieron presentes se multiplicará por mil convirtiendo este hito del presente en un mito del futuro.

El mito del rock sale a escena a las 20.30 en el crepúsculo de La Habana. Los abuelos eternos del rock ya son una realidad en la Ciudad Deportiva y calman la ansiedad que duró más de seis horas de espera en un campo de césped gastado. Una previa que fue una especie de pic-nic de los 60: multicultural, intergeneracional, con deseos de paz, convivencia y armonía.

Si bien estaba prohibida la venta de bebidas alcohólicas, las botellas de ron se mezclan entre las de agua con los miles de celulares que intentan captar un presente que es una especie de bisagra. No hay cánticos futboleros en la previa, ni pogo, ni una locura descontrolada. Hay niños, banderas, raros peinados nuevos, estampas del Che y tres generaciones que es necesario pellizcar para creer. Suena "Jumpin Jack Flash" y Mario Alsina, el abuelo, que sólo les lleva una década al cuarteto infernal, también saca la lengua.

"Sabemos que años atrás era difícil escuchar nuestra música en Cuba, pero aquí estamos tocando para ustedes en su linda tierra. Pienso que finalmente los tiempos están cambiando".

Mick Jagger habla en una especie de portuñol entre canción y canción. Le queda oxígeno más allá de no parar de recorrer el escenario de 80 metros de largo por 56 de ancho con sus meneos de cintura, sus patas de garza endemoniada y sus gesticulaciones que hacen saltar a la masa. Keith Richards, Charlie Watts y Ronie Wood lo siguen: son el complemento de un carisma exportado de otros tiempos, cuando las bandas de pueblo tocaban en viejos clubes de barrio.  

En la zona VIP, la top model Naomi Campbell y el actor Richard Gere están en primera fila. Algunos metros más atrás está Pavel. El hombre que nació en La Habana hace 48 años y es de la generación del medio. Hoy llegó a las dos de la mañana para tratar de acercarse lo más posible al escenario. El instructor de buceo vivencia el momento como un punto de quiebre. Está seguro que se va a cerrar un círculo en la historia del rock de Cuba.

“Los que vivimos en los setentas y ochentas fuimos marginados socialmente por escuchar rock. Y esta misma música que antes estuvo prohibida hoy florece”, exclama Pavel. “Al final todos van a entender el mensaje de amor, de paz y de alegría. Hay muchos rockeros que estamos acá. Hoy es un momento de ruptura”.

“Esto es para todos los cubanos románticos”.

Las luces bajan y suena “Angie”. Antes el campo ya vibró con "It's only rock and roll", "Paint it black" y "All down the line", la canción elegida por los usuarios en las redes sociales.

Sin amor en nuestras almas

y sin dinero en nuestros abrigos

no puedes decir que estamos satisfechos

pero Angie, Angie, no puedes decir que nunca lo intentamos.

Ya pasó una hora de concierto. Una bandera argentina flamea en primera fila constantemente y se cuela en los planos de un concierto que formará parte de un documental. El show no es transmitido por la tele para los cubanos que no pudieron llegar pero los Stones cederán los derechos para que el documental luego sea exhibido en la TV de Cuba. Ahora hay un silencio absoluto. Keith Richards arranca con una sola mano, los primeros acordes de "Honky Town Woman". Y Roque, un pibe de 20 que está desde hace un par de días en el lugar a pesar de la prohibición para acampar piensa que “es algo muy, muy grande, tocando gratis en mi Habana y cerrando una gira”.

"Anoche ya comimos arroz y frijoles en un paladar, pero lo más rico fue bailar rumba cubana".

La infraestructura es anacrónica con el entorno. Un audio de 1.300 kilos, ocho repetidores de sonido y siete pantallas replican el recital en distintos rincones del terreno de la Ciudad Deportiva. Roque llegó a la primera fila: camiseta negra con logo-lengua, pelo largo hasta la cintura, pañuelo en la cabeza; él es un representante de la tercera generación. “Mi papá los escuchaba. Al principio no me gustaban tanto hasta que los empecé a escuchar yo”, dice el joven que pretende estudiar música en el Instituto Superior de Arte.

"Gimme Shelter", "Start me Up", "Sympathy for the devil" o "Brown Sugar" fueron las canciones que siguieron. Hasta que Jagger se despidió: "Muchas gracias Habana, buenas noches". Pero ese no fue el final. Entre penumbras y luces azuladas el coro cubano Entrevoces canta "You Can't Always Get What You Want". Hasta que llega el grito-interrogante de Jagger: "¿Están listos?" y comienzan los siete minutos eternos de "Satisfaction". La síntesis del rock. Los acordes que evidencian una esencia de 60 años continuos, el espíritu de una forma de vivir.

“Me siento que estoy identificado con lo que está pasando en Cuba. Cuando yo nací ya no había prohibiciones con el rock”. Roque cree que los cambios que se vienen serán un proceso. “Inicialmente no va a cambiar mucho. El intercambio con otros países va a ser más favorable. Se vienen cosas grandes. Si llegan más inversiones habrá más divisas y con ello más trabajo”, remata el pibe en la previa del recital sin hablar de los Stones sino de economía. Es que la llegada del grupo británico, un par de días después que Obama, no es sólo una señal cultural. Al primero te lo regalan, al segundo te lo venden. Habrá que ver qué pasa con el segundo, si es que lo hay. Hoy es historia. Tres generaciones dirán: “Yo estuve ahí”.