Con el aval de haberse establecido en el imaginario popular como el festival de mayor impronta rockera en el ámbito local, a partir de sus 20 ediciones consecutivas y una grilla plagada de importantes nombres, el organizador del Cosquín Rock, José Palazzo, explicó que la inclusión del trap en la oferta musical alimenta la idea de que este encuentro siga siendo un espacio de “resistencia” cultural del género.

“Este es un festival que tiene una identidad rockera, pero hoy el rock tiene un alcance mucho mayor al que tienen bandas como Las Pelotas, Los Ratones Paranoicos o Ciro, por citar algunos. El rock se trasladó a tipos como Wos, Ca7triel o Paco Amoroso. En las líricas, hoy lo urbano refleja mucho más lo que pasa en las calles. Me parce que por ahí pasa la cultura rock”, consideró el empresario en diálogo con Télam.

En tal sentido, Palazzo aceptó que su gusto personal está orientado hacia los nombres clásicos del rock, pero que eligió rodearse de gente que tiene mayor información musical y le propone artistas que marcan nuevas tendencias a la hora de armar la grilla del tradicional festival.

“Mi lucha tiene que ver con que no quiero que las grandes bandas se perciban en el público que están obsoletas. ¿Qué más placer para mí que la gente viene a ver trap, pueda caminar unos metros y ver a Charly García o a Las Pelotas?”, remarcó, no obstante, como para dejar en claro que los clásicos del género seguirán ocupando un lugar fundamental en la grilla.

Para ello, basta con repasar los nombres que serán parte de la 20º edición del Cosquín Rock, que se desarrollará el 8 y 9 de febrero, en el aeródromo de Santa María de Punilla, en donde conviven los mencionados artistas, además de Divididos, Molotov, Los Auténticos Decadentes, con los números más relevantes del trap y la música electrónica, entre otros géneros, según se anunció ayer oficialmente, en el Mercado de la Música, ubicado en la capital cordobesa.

En su oficina ubicada a pocos metros de ese lugar, Palazzo conversó con esta agencia sobre el crecimiento de este encuentro musical a lo largo de los años, las vicisitudes económicas que debe enfrentar y la respuesta de la organización en esta nueva edición ante la polémica que despertaron sus dichos del año pasado a raíz de la ausencia de artistas femeninas.

 


- ¿Pudo sacar algo positivo de la polémica generada el año pasado por sus dichos al explicar la ausencia de artistas mujeres en el festival?
-Yo sufrí mucho con lo que pasó porque se malinterpretó, se sacó de contexto. No quisimos hablar más del tema pero nos ayudó mucho todo eso y logramos armar una grilla muy interesante que excede el cupo del 30%. No fuimos a buscar los estándares, todo lo contrario, rompimos los paradigmas y salimos a buscar artistas mujeres de todos los géneros. La realidad es que nos vino al pelo porque todos los que colaboran en la grilla sabían que la consigna era buscar bandas de mujeres.

-¿Hubo también una especie de “deconstrucción” si hablamos de géneros musicales en estos 20 años?
-La primera persona que logró romper el paradigma del festival rockero fue Agustina Palazzo, mi hija, que me dijo que tenía que darle lugar a un montón de bandas que dejaba afuera porque era un “cabezaurio”. Así que le pedí que armara equipos para programar los hangares. Así empezó a crecer este fenómeno. Creo que el que va al festival se lleva un pantallazo de todo lo que pasó en el año y lo que está pasando. Por eso me rodeo de gente y les digo: “Yo les digo qué bandas grandes deben estar, pero ustedes díganme qué paso este año”. Ahí uno me habla de artistas de trap y vamos para adelante, otro me pinta un panorama de lo que pasa con la música electrónica y lo trabaja. Y así se logra esa variedad.

-¿Siente como un hecho de resistencia rockera al hecho de que los nombres principales sigan siendo los clásicos del género?
-No pierdo las esperanzas, pero como soy un tipo curioso me rodeo todo el tiempo de personas que piensan distinto que yo. Es la mejor forma de aprender. La resistencia que vos decís tiene que ver con poner a Charly, a Las Pelotas o a Los Ratones. El festival podría prescindir de eso y seguiría viviendo, pero nosotros estamos convencidos que la música es lo más importante y que el que viene tiene derecho a hacer un repaso de lo que sucede. Este es un festival para hacer zapping.

-¿Cómo se hace para que sobreviva un festival de esta envergadura con los vaivenes económicos que vive el país?
-Nuestras primeras ediciones fueron en el 2001 y 2002, una época que no se sabía qué moneda había, había estado de sitio. Hemos pasado situaciones muy complicadas. Esta vez es difícil porque no sabemos cuánto va a costar todo. Lo que hicimos fue pactar con los artistas un precio, con una pequeña movilidad justa y razonable, y con eso hicimos la base. Es un festival que va a costar entre 110 y 115 millones de pesos de producción pero la realidad es que cuando hay profundas crisis económicas, la gente nos respondió mucho. Para muchos son sus vacaciones, porque vienen acá una semana, tienen lindos lugares para recorrer y ven el festival. También es una catarsis. Nosotros hemos hecho tripa corazón y no miramos mucho eso porque sino hubiéramos tomado la decisión de no hacerlo.