Organizado por la Secretaría de Extensión Cultural de la Escuela de Música (Facultad de Humanidades y Artes de la UNR), tres mujeres músicas realizan un homenaje a la compositora y pianista alemana Clara Wieck de Schumann, al cumplirse 200 años de su natalicio.

El homenaje que dieron en llamar “Vivir el Arte” será interpretado por María Florencia Sorrequieta (soprano), Analís Mazzoni y Sofía Cardi Bonfil, ambas en piano. La cita es con entrada gratis a las 19 en el Salón de Actos de la Escuela de Música, Beruti 2195.

Wieck nació en Leipzig el 13 de septiembre de 1819, y falleció en Fráncfort del Meno, el 20 de mayo de 1896. Fue una de las grandes concertistas europeas del siglo XIX y su carrera fue clave en la difusión de las composiciones de Robert Schumann, con quien estuvo casada.

Formada por su padre, el destacado profesor de piano Friedrich Wieck, fue pianista desde los 8 años de edad. Debutó en 1830 como niña prodigio con la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig y luego realizó giras durante dos años.

Fue admirada por otras personalidades de la época como Goethe, quien la conoció siendo muy joven, en la época en que alternaba los juegos infantiles con su formación musical,1 y también conoció personalmente a Felix Mendelssohn, Frederic Chopin y Niccolò Paganini. Con Johannes Brahms (1833-1897), otro gran compositor del siglo XIX, cultivó una profunda relación artística e intelectual que duró hasta la muerte.2

Además de ser pianista, editó varias obras de su esposo Robert Schumann, uno de los más grandes y representativos compositores del Romanticismo musical. Clara escribió su propia música y las obras que se conservan de ella tienen gran mérito.

Sus composiciones fueron para: piano solo, canciones para voz y piano, música de cámara, orquesta y música coral a capella de gran belleza. Las razones por las que no se dedicó en mayor grado a la composición fueron varias, entre ellas su carrera de concertista, sus ocho hijos, la devoción por su esposo y el papel de la mujer en el siglo XIX. Escribió en su diario: “Alguna vez creí que tenía talento creativo, pero he renunciado a esta idea; una mujer no debe desear componer. Ninguna ha sido capaz de hacerlo, así que ¿por qué podría esperarlo yo?”.

Tuvo una gran fortaleza espiritual que le permitió soportar una vida dura como artista y llena de tragedias en el ámbito personal, como la separación de sus padres, la muerte prematura de varios de sus hijos y el intento de suicidio y la posterior muerte de su esposo.

Pero también tenía algunas inseguridades. Dudaba de su talento como compositora, no se consideraba bella, e incluso como pianista, después de escuchar a Franz Liszt pensaba que, si bien tocaba mejor que las pianistas de la época, no tenía nada que hacer frente al virtuoso húngaro.

Aunque no era precisamente una mujer feminista, fue una mujer fuera de lo común en muchos aspectos. En aquel entonces era frecuente encontrar «niñas prodigio» que tocaban muy bien obras de gran dificultad y conquistaban al público amante de la música. La mayoría de estas jóvenes, cuando llegaban a cierta edad, dejaban el concertismo y se dedicaban al hogar, a dar clases o a otras actividades musicales, alejadas de los escenarios. A diferencia de estas mujeres, la carrera de Clara Schumann continuó en los más altos niveles profesionales hasta pocos años antes de su muerte.

Realizó alrededor de cuarenta giras de conciertos por el continente europeo y en todos lados era recibida con los más altos honores. Fue una profesional en el sentido económico también: cobraba dignamente, igual que los otros virtuosos de la época, pues fue por mucho tiempo el único soporte de la familia.