El 17 de octubre, pero de hace 74 años, miles de obreros realizaron una masiva movilización nacional, conocida como el Día de la Lealtad, para reclamar la liberación del entonces coronel y secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón, quien cumplía prisión en la isla Martín García. La gesta, que logró su liberación, marcó a fuego la mística peronista, y desde allí cada 17 de octubre se rememora con orgullo en el país.

No hay fecha más atinada para entrevistar a la escritora Cynthia Wila para desandar su lograda novela histórica poniéndose en la piel de Eva Duarte y Juan Domingo Perón y develar cómo se conocieron, se cautivaron mutuamente y crearon la historia de amor más reconocida del país de todos los tiempos.

Es por eso que Rosarioplus.com entrevistó a Wila sobre su libro "Eva y Juan", editado por Emecé y publicado en abril de este año, y que ya se encuentra en las librerías.

Rosarioplus.com: Escribiste esta historia de una forma que me recordó a la de Gabriel García Márquez en "Cien años de soledad", con las historias de amor y desencuentro de las generaciones anteriores (y con árbol genealógico y todo). Eva y Juan Perón no tuvieron hijos ¿Pensaste en algún momento en la construcción de esta historia sobre cómo hubiera sido el final si lo hubiesen llegado a tener?

Wila: ¡Qué linda pregunta! Te confieso que no lo había pensado. Creo que el final no hubiera sido muy distinto. Eva y Juan estuvieron siempre apasionados, febrilmente apasionados uno por el otro. Y a veces la pasión sin límite no permite sostener un equilibrio.

Pienso que en esta pareja no había lugar para un hijo. Quizás hubo deseo, pero con eso no basta. Alguien puede desear mucho algo y, sin embargo, no construir el espacio para que ese deseo pueda desplegarse.

Cuando la vida está demasiado llena, cuando los tiempos, los días, las ideas, están demasiado llenas de algo –o de alguien-, muchas veces no hay espacio para una luz nueva, para otros. Creo que a ellos les pasó esto. Estaban llenos de fervor por una causa, cada uno desde distintos lugares, con sus propias emociones. Y esas emociones que al inicio los unieron, terminaron alejándolos. Incluso a pesar del amor que se tenían. 

Al comienzo del libro aclarás que se trata de una ficción basada en hechos reales. Justamente me pareció sorprendente el personaje de la bruja (la “Machi”), cuya profecía de dar vuelta el destino que tenía Eva Perón de ser reina admirada fue cumplida, y hasta tuvo la advertencia de no perder de vista su buena causa para no enfermar. ¿Ella realmente existió? ¿Se trata de un personaje conocido popularmente sobre la historia de Evita?
¿Cuán cierta consideras que fue su profecía sobre su destino?

El personaje de Juana Guaiquil de Rawson sí existió; era descendiente del Cacique Coliqueo. Ella fue la partera en el nacimiento de Eva. Cuando escribís una novela basada en hechos reales, como es “Eva y Juan”, y descubrís personajes tan ricos, tan potentes, hay cosas que podés investigar a través de distintos textos y otras que debes imaginarlas. Toda la trama está tejida entre ficción y realidad. Y a esta altura, luego de haber investigado tantos libros, de haber escuchado los discursos de sus protagonistas, de haberme entrevistado con tantos allegados que los conocieron, y –sobre todo- luego de haberla escrito, no puedo decir con precisión cuáles fueron los hechos reales y cuáles los que imaginé.

Con relación a su objetivo de vida no creo que Eva haya perdido el rumbo. Por el contrario, pienso que lo sostuvo a cualquier precio, a costa de enfermar y de morir. Intuyo que el deseo más profundo, el inconsciente, de aquella niña que llegó a Buenos Aires con ansias de ser actriz, tenía que ver con ser reconocida, con tener un nombre propio, dado que era una hija “ilegítima” (en ese tiempo se llamaba así a los nacidos fuera de un  matrimonio legalmente constituido), y el padre le había negado su apellido.

El rechazo de quien te da la vida deja una marca dolorosa e imborrable. Pienso que ese fue el impulso que la llevó a mostrarse para que la nombraran. El mismo impulso que ya no la soltó. Porque lo peor para ella no era la muerte, sino el olvido. Por eso creo que se dejó morir como una mártir, para que la recordaran para siempre. 

Si bien hay subdivisiones con números romanos, me llamó la atención por qué pensaste la división de capítulos bajo el concepto de los hilos numerados y el ovillo del “después”, cuando finalmente sus vidas se cruzan. ¿Buscaste tomar algo del concepto del hilo rojo como una idea destinal? o en todo caso, contá cuál fue la idea que resulta intrigante.

La idea no tuvo que ver con el concepto del hilo rojo, sino con un prólogo que Borges escribió para una versión del I Ching, mientras que la idea del hilo rojo hace alusión al destino, a que las cosas pasan porque están predestinadas, en sus versos Borges habla del azar, de ese Dios que acecha en medio de las grietas, y por eso nos agarra desprevenidos y nos sorprende.

Los hilos de la vida de Eva y Juan fueron tejiendo por separado la madeja. Pero fue una tragedia producto del azar, el terremoto de San Juan, lo que terminó forjando aquel encuentro. A veces el drama o el azar abren un surco por donde se desliza un milagro. Y los milagros siempre tienen que ver con el amor. 

¿Cómo es tu relación particular con el peronismo? ¿Cómo conociste su historia y decidiste escribir la novela?

No tenía una relación muy cercana al peronismo; de hecho vengo de una familia antiperonista. La idea de escribir esta novela fue del director editorial de Planeta, quien había leído mi novela anterior, El Cuerpo Prohibido, en donde aparece de soslayo el personaje de Evita. Él fue quien me impulsó para que escribiera esta historia de amor y de pasión. Y me pareció fascinante, sobre todo, porque hasta ahora nadie lo había hecho.

A partir de ahí comencé a investigar, a leer autores clásicos y revisionistas, de uno y otro lado del fanatismo. Lo fanático siempre resulta exagerado. Y lo exagerado siempre conviene ponerlo en duda. Por eso dudé de muchas cosas. Pero además, descubrí que había muchas lagunas, cosas que no estaban en los libros. Las emociones más profundas, por ejemplo, aquellas que se arman en la infancia, con las primeras experiencias. Esas emociones no salieron de los libros históricos; debí construirlas en mi corazón y en mi cabeza.

Entonces intenté pensar como ellos, sentir como ellos, para comprender desde dónde pudieron haber actuado, para bien o para mal. Por eso este libro no pretende ser tendencioso; sólo cuenta una historia de amor que terminó convirtiéndose en leyenda.  

Tomaste toda la información verídica del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Sociales y Politicas “Juan Domingo Perón”. ¿Qué devolución te dieron ellos como conocedores de la historia de Perón, sobre tu novela, siendo que no escatima en mostrar los lados más polémicos?

Tuve la oportunidad y el placer de conversar con el señor Lorenzo Pepe, quien dirige el Instituto Perón. Fue una de las experiencias más emotivas que me tocó vivir con relación a esta novela, porque él fue amigo de Perón, lo conoció de cerca, en la soledad de su exilio. Atesoré cada una de las anécdotas que me contó, y me guardé cada frase y cada gesto.

Una mañana sonó mi celular y fue lo más fuerte que me sucedió. Era Lorenzo con la voz cargada de emoción. Me dijo: “este libro tiene magia y usted está tocada por la providencia. Parece que los hubiera conocido…”. Luego me envió una carta de gratitud con el logo del Instituto y con su firma de puño y letra, que guardaré siempre en mi corazón, como sus palabras. Si Lorenzo me había dicho todo aquello una vez terminado de leer el libro, luego de haber sido íntimo de uno de los protagonistas, la misión estaba cumplida. Lo había logrado.

Perón a Evita le dio el nombre que su propio padre le negaba y el lugar de líder en la sociedad, y ella, “su chinita” le dio la pasión que le faltaba para el liderazgo social. Si bien cuando narras las infancias son muy diferentes, ambos sufrieron la precariedad, y sintieron esa compasión por los desclasados. El rasgo más interesante que se encuentra en tu mirada de la historia es que ambos en el fondo lo que buscan es que los amen, para no sentir la soledad que todo ser humano debe aceptar. ¿Consideras que en este sentido Eva y Perón aprendieron a no temerle a la soledad?

Es cierto lo que decís, las historias de ambos tienen rasgos comunes. Desamparo, frustración, miedos y soledad. Y ambos buscaban reconocimiento, otro de los nombres del amor. Sin embargo, pienso que, a pesar del amor que los unió, ninguno logró perder el miedo a quedarse solo. Creo que ese temor terminó por destruir a Eva. Por miedo a quedar en el olvido, se postergó. Se entregó sin límites a una causa, y así olvidó su cuerpo y enfermó. Hasta el final.

Y Juan, que estaba acostumbrado a las ausencias, que había vivido la muerte de su primera mujer, con la muerte de Evita se sintió más solo que nunca. Porque con ella no sólo se murió un amor, Eva también se llevó una parte de él mismo, aquella que lo protegía contra tantos abandonos. Pero además, Eva se llevó otra cosa: su gran pasión. Ese fervor que ella le había devuelto al militar, al hombre rígido y correcto, se lo quitó de cuajo con su ausencia. Perón sin Eva, se quedó sin pasión.

De todas las historias de amor de sus ancestros, la de Doña Elvira y su Dimas en España, así como la de la abuela Dominga Perón son impactantes por la espera, el desencuentro y la tragedia. Por ello parecieran ser dignas de una representación audiovisual. ¿Pensaste o se proyecta hacer una obra teatral o un proyecto audiovisual basado en “Eva y Juan”? En caso de que no, ¿Qué reflexión te merece pensarlo?

Me lo han dicho y he tenido algunas sugerencias al respecto. La verdad: ¡me encantaría!