Se dice que la memoria es esa imagen o conjunto de imágenes de hechos o situaciones pasados que quedan en la mente. Pero también son los objetos y elementos conservados a lo largo de los años que sirven para recordar tiempos pasados.

Para Gustavo, el objeto de hacer memoria está repleto de fósforos. Esos pequeños objetos de madera con los que, con paciencia y empeño, construyó una iglesia en el tiempo que estuvo detenido en el centro clandestino de detención que funcionó en el Servicio de Informaciones de la Policía, más conocido como El Pozo, en Dorrego y San Lorenzo.

“Fue la necesidad de hacer algo, una especie de pulsión de vida en un lugar donde no la había, donde no sabías nada del mañana”, cuenta a RosarioPlus.com. Este ingeniero oriundo de Sunchales fue detenido el 25 de noviembre de 1977 en Rosario.

Le quedaba poco tiempo para terminar el servicio militar en la Marina en Buenos Aires, y volvía a su ciudad universitaria a visitar a su esposa los fines de semana. Ambos fueron sacados de la casa de sus suegros a media tarde. Buscaban a alguien llamado Juan, pero no importó que se lo explicaran a la patota que llamó a la puerta aquel viernes.

Fueron precisamente esos suegros, Dorinda y Cipriano, una pareja de españoles que había llegado al país huyendo de la dictadura de Franco a mediados del 50, quienes más lo ayudaron mientras estuvo preso. Y fue a ellos a quien quiso regalarles esa construcción religiosa hecha por un ateo en la penumbra del sótano de aquel lugar lleno de horror.

La madera de la base la consiguió gracias a uno de los compañeros que trabajaba en la cocina. Las cerillas se las llevaba su mujer en las visitas semanales. Un cuchillo y cola fueron sus herramientas.

Casi ocho meses después de su detención, y apenas unos días antes de ser trasladado a Coronda, Gustavo terminó la iglesia y la entregó a uno de los policías del lugar. “No sabía si se lo entregarían”, explica.

La vida hizo que la iglesia volviera a sus manos, intacta, después de la muerte de Cipriano, cuando Dorinda se marchó a vivir a un hogar de ancianos. Fue su hijo Federico, realizador audiovisual, quien lo fotografió tocándola de nuevo en el balcón de su casa. Otra cuota de memoria que tampoco los años pudieron destruir.

Su imagen se expone desde este lunes en el Museo de la Memoria, en la muestra La memoria en 40 imágenes, como parte de las actividades que se realizan en la ciudad en el año en que se cumplen 40 años del golpe militar.

También el padre de Gabriela Furia es protagonista en esta exposición. Juan Carlos Viotti aparece en la imagen junto a Rubén Naranjo, artista plástico estrechamente comprometido con los derechos humanos. En la fotografía ambos ríen en pleno festejo de fin de año.

“No recuerdo si fue en el 83 o en el 84, fue antes de la democracia. Pero para mí fue el triunfo de la alegría. Por fin podíamos celebrar algo”, cuenta esta docente de una escuela de Echesortu. Y se emociona mientras explica cómo se siente por haber sido elegida para mostrar su recuerdo de estos 40 años.

El recuerdo de Elena Achilli data de 1977. “Mayo es un mes ligado al nacimiento de mi hijo y de mi hija. Mes de vida y celebraciones. Éste es un año de dictaduras… Habla de tiempos congelados, de dolorosas ausencias, de profundos desgarres, de cotidianeidades fracturadas, de escasas y cuidadas  sociabilidades.”, reza parte del texto que acompaña su carta.

Porque el objeto que esta antropóloga guardó como oro en paño durante estos 40 años es una misiva que su mejor amiga le envió desde la cárcel. Unas páginas en las que felicitaba a sus hijos en su cumpleaños, y que ilustró cuidadosamente con alegres dibujos.

Una petición escrita se puede leer en la esquina superior de la primera hoja: “Por favor, no censurar sobre los dibujos”. No hubo caso. El sello del penal fue plasmado sobre aquel regalo en forma de pintura. “Las dictaduras no escuchan mensajes cargados de ternura y belleza”, completa Elena.

El archivo del Museo de la Memoria también aporta dos imágenes a esta muestra. Son dos escenas de uno de los lugares más representativos de Rosario, el Monumento a la Bandera, en el Día de la Bandera, pero en años bien distintos: 1977 y 2005. “La intención fue realizar una comparativa de la vida en dictadura y la vida en democracia”, explica Viviana Nardoni, directora del espacio local.

“Son momentos de ambas realidades, donde se ven muy claras las diferencias”, añade. Las copias de las 40 imágenes rotarán en grupos de diez por los seis Centros Municipales de Distrito, para que todos los rosarinos tengan la oportunidad de ver la muestra.