Cuando parecía que nada iba a igualar a Game of Thrones, la gran apuesta de HBO que acaba de finalizar, apareció Chernobyl para conquistar a propios y ajenos. La serie del showrunner Craig Mazin cuenta la tragedia nuclear más grave del siglo XX y es todo un éxito.

De hecho, la web especializada IMBD registró un altísimo respaldo de 9,5 puntos (sobre 10) al primer capítulo, pero los siguientes rozaron los diez puntos.

Chernobyl empieza dos años y un minuto antes del accidente, justo cuando un hombre demolido y demacrado se quita la vida tras esconder unas cintas de casete en las que grabó una confesión. Se trata del científico Valeri Legásov (Jared Harris), quien hizo lo posible para minimizar los efectos de una explosión que nunca debió ocurrir. 

El otro protagonista es el vicepresidente del poderoso Consejo de Ministros de Mijail Gorbachov, Boris Shcherbina (Stellan Skarsgard), que primero negó la gravedad de los hechos y después fue el respaldo imprescindible de Legásov; una pareja que no solo funciona, sino que conmueve y transmite.

Con una documentación tan profusa como precisa, Craig Mazin recreó a estos personajes, que vivieron de verdad la tragedia, y se inventa uno, Ulana Khomyuk, a la que da vida Emily Watson, que sintetiza a las decenas de científicos que ayudaron a Legásov y simboliza la necesidad de entender de la comunidad científica.

Ahí están también la desesperación de Legásov ante la inoperancia de los dirigentes y sus decisiones "arbitrarias y sin fundamento", y también lo contrario: la esperanza que transmiten los mineros de Tula cuando deciden ayudar, aún sabiendo que van a una muerte segura. Y el plano de esos cien hombres desnudos combatiendo los cincuenta grados a los que excavan bajo tierra.

La inocencia de los vecinos de Pripyat viendo la explosión bajo una lluvia de cenizas radiactivas (murieron todos en los años siguientes), la inconsciencia de una embarazada que abraza a su marido contaminado o las mentiras del aparato para maquillar lo inevitable. 

A todo ello contribuye la espectacular puesta en escena, sobria y realista (a pesar de estar rodada en inglés, mantiene los mensajes originales en carteles y pancartas gigantes colgadas de los edificios) y los trabajos de maquillaje, vestuario y ambientación.

Cabe recordar que la tragedia ocurrió hace 33 años. La central atómica de Chernóbil, en el norte de Ucrania, explotó el 26 de abril de 1986 liberando material radiactivo por toda Rusia, Bielorrusia y Ucrania, y llegó a Escandinavia y Europa del Este. 

Hubo más de 4 mil muertos, entre ellos, un centenar de bomberos y personal de emergencias que casi se inmolaron por el bien común. Tras la explosión, quedaron contaminados 2.600 kilómetros alrededor de Chernóbil y hubo que asolar (no quedaron ni árboles, ni rocas, ni animales, ni personas) cien kilómetros cuadrados.

(EFE)